Según datos del Instituto Nacional de Estadística, solo uno de cada tres españoles se casó por el rito católico en 2013. Solo el treinta por ciento de las bodas celebradas en España el año pasado fueron bodas religiosas. Y no solo eso, las bodas, en general, han disminuido, lo cual muestra que cada día son más los españoles que deciden vivir su vida afectiva con el sentido de la libertad.

Afortunadamente las nuevas generaciones de españoles están más informadas y son más cultas que las que nos preceden. El analfabetismo de los españoles de otros tiempos pasó a la historia; al menos, de momento, porque de seguir con la derecha en el poder nos llevarán nuevamente por esos derroteros. Los jóvenes españoles de hoy están mucho más liberados que sus padres y sus abuelos de los dogmas católicos que, recordemos, han anulado el espíritu crítico y la libertad de las personas por la fuerza cuando ello era posible, o por la fuerza del adoctrinamiento y la coacción, cuando no.

Y es que la vida afectiva, el amor, los afectos es lo más íntimo y privado de la vida de todo ser humano; y resulta muy curioso que sea también motivo de una injerencia inaceptable por aquellos mismos que la coartan, la envainan y la criminalizan. Y es que la represión es lo que tiene, que induce siempre, por activa o pasiva, a la infelicidad. Aunque no hablo en absoluto de libertinaje alguno; hablo de lucidez, de coherencia, de plenitud y de libertad. Al contrario, el libertinaje y la depravación son producto, casi siempre, de mentes adoctrinadas, fanatizadas y reprimidas. El caso es que dos tercios de los españoles se casan por lo civil, o directamente no se casan, por más que el clero ha arreciado en su intento de frenar el librepensamiento de los españoles. Y esta noticia me alegra mucho. No porque yo esté en contra de las bodas religiosas, al contrario, que se case por la iglesia quien quiera, faltaría más. El problema es cuando ese rito es mayoritario por imposición, por coacción, como simple y vulgar formalismo social, o por simple estúpida inercia. Me alegra porque es un síntoma claro de que la gente de este país está alejándose de esos esquemas sociales obsoletos que configuran una sociedad monolítica, uniforme, primaria, simple, gris y anquilosada en el pensamiento único. Me alegra porque denota también que empieza a ser habitual para los españoles algo que se nos ha negado por los siglos de los siglos, pensar.

Andrés Noguera Romero

Córdoba