En las elecciones del próximo 22 de marzo, Andalucía debe decidir entre más de lo mismo o cambio real y alternativo. Después de 35 años de gobiernos socialistas, con muletillas del PA y de Izquierda Unida, la comunidad presenta sus índices más nefastos en desempleo general, paro juvenil, disminución de la calidad en sanidad y educación, recortes en dependencia y un estancamiento de la economía provocado por dar el valor absoluto al rubro del turismo y no poner en marcha planes estratégicos de diversificación económica que construyan un nuevo mapa de desarrollo. El número de pobres ha crecido considerablemente y la pobreza extrema atenaza a cientos de miles de familias.

Las propuestas de los partidos viejos, enquistados en los juegos parlamentarios y en las partidas de ajedrez, no han servido para nada. Los últimos tres años de gobierno de coalición, con una Izquierda Unida perdida en la esquizofrenia de la revolución y los sillones, han sido los menos productivos de toda la historia de la Junta de Andalucía. Se ha pasado de puntillas sobre los problemas reales de los andaluces, utilizando los mismos como mera retórica argumentativa para quedar bien en los plenos y mantenerse con sus palabras vacías en la ignominia de los que aprietan botones al votar para mantener sus privilegios.

La gente ya está cansada de este tipo de política y de políticos. Hay que apostar por un cambio real que coloque a la institución andaluza al frente de los problemas de la población, que tenga capacidad para planificar un futuro de alternativas reales que se construye con propuestas serias y arquitectura del cambio. Eliminar la administración paralela, reconducir la nefasta gestión de lo público, acabar con la corrupción de una vez, trabajar para romper la Andalucía de primera, de segunda y de tercera, que los socialistas han fabricado sin pestañear.

Andalucía no puede ser sólo un gran parque temático para el turismo internacional y nacional, descuidando a nuestros agricultores, ganaderos, pescadores, al tiempo que se cercenan opciones de crecimiento industrial cuyo tejido ha sido dilapidado en un plis plas. Los malos gobernantes, centrados en la máxima de gobernar la miseria, tiraron la toalla hace mucho tiempo para convertirse en manijeros de los nuevos señoritos del sistema financiero. Renunciar a la transformación ha sido su gran pecado que tendrán que expiar saliendo de las instituciones.

Es el momento del cambio, de poner en marcha una transformación real de nuestra tierra, de implicar a toda la población posible en una nueva Andalucía que se programe al corto, medio y largo plazo.

Basta de tantas mentiras y campañas de márketing electoralista. Basta de vividores de la política con perfiles tan bajos que no superarían una simple oposición. Ahora podemos cambiarlo, ahora es el momento del cambio para Andalucía.

* Asesor en relaciones internacionales y cooperación