Nuestro cerebro funciona como un mecanismo regulador, de modo que nos induce, generalmente, a buscar el placer y a evitar las molestias, el dolor o la pena, siempre. Eso se debe a que una parte del cerebro nos induce a lograr aciertos y a minimizar errores y otra porción del mismo nos enfoca a evitar errores y a minimizar errores de comisión. Todo ello depende de la motivación individual y del modo como el entorno facilita nuestros deseos o avisa de que si se comete un error seremos penalizados. Por tanto, el entorno estimula caminar hacia la satisfacción o nos previene para que no suframos molestias y penalizaciones. El siguiente ejemplo es esclarecedor respecto de cómo el entorno estimula a lograr el placer aún cometiendo errores.

Una señal de prohibición de tráfico, si tenemos el concepto del deber bien asumido, nos impedirá conducir nuestro vehículo en dirección prohibida. Esa misma señal no sirve para nada, si al no ser respetada, no conlleva una multa o penalización. Esa es la razón por la cual se sitúan cámaras que fotografían a los infractores del código de circulación a fin de demostrar que la búsqueda del placer de caminar por dirección prohibida tiene una pena o sanción que fluctúa entre 80 y 200 euros.

La teoría del enfoque regulador ha recomendado colocar cámaras de vigilancia para identificar a quienes no respetan las señales de tráfico. Esa es la razón por las que el nuevo ordenamiento de tráfico ha exigido situar cámaras antes de Alfaros cerca de Isabel Loza o en dirección a la calle la Feria. Esa misma razón debía haber sido argumentada para colocar una cámara en plaza de las Doblas en dirección calle Burell, que tiene prohibida la circulación a motocicletas, a fin de no estimular a lograr el placer de saltarse la prohibición e, incluso, estar a punto de arrollar a dos ancianas.

<b>José Javier Rodríguez Alcaide</b>

Córdoba