La noche de San Juan es un derroche festivo de calor de tantas candelas como se hacen que este año van a tener, sin embargo, origen en el dolor, el que está soportando Portugal, cuyos cielos se han calcinado y algunas carreteras y campos, destruidos por el fuego. El calor del solsticio de verano, que anuncia que el sol alcanza su mayor altura y que los días comienzan a empequeñecer, siempre ha sido una fiesta porque era la llegada de la libertad casi encueros y el tiempo en que la mente tomaba sus vacaciones para colocarse el bañador por casi tres meses. Sin embargo este año, cuando acaba de morir un joven americano después de haber sido encarcelado en Corea del Norte por robar un cartel de política y Trump se ríe del cambio climático -que está levantando el suelo del Puente Romano y que permite que los padres puedan no llevar a sus hijos al colegio-, el calor se nos está tornando en una sinrazón. Como esa salvedad informativa de Podemos, que señala a unos medios como aptos para hablar de ellos y a otros no, como si el periodismo tuviese que tener un carnet oficial sellado para poder ejercer. No hay periodismo sin periodistas ni democracia sin periodismo, como no hay frescura en los colegios cordobeses sin aire acondicionado: la verdad es así de simple.

Quizá por eso el Ayuntamiento ya está entoldando las calles y, de paso, estudiando al menos qué falló en la puesta en escena de la nueva carrera oficial de la Semana Santa, que se instaló en la zona más sagrada del patrimonio de la humanidad, donde el casco histórico es el río Guadalquivir, el Puente Romano, el Palacio Episcopal y el de Congresos, el Alcázar de los Reyes Cristianos, el Campo Santo de los Mártires y la Mezquita y la Catedral. Y el obispo. Hace tiempo, en estos comienzos de verano, que se festejaban a tope en la Noche de San Juan, los periodistas cerrábamos el curso con la alegría de que el siguiente sería mucho mejor. En todo. Ahora, que no tenemos la oportunidad de bailar juntos alrededor de la candela, los periodistas hacemos examen de conciencia y, con dolor de corazón, observamos cómo la historia y sus adelantos están consiguiendo instalar la caduca filosofía que no le hace caso a que no hay periodismo sin periodistas ni democracia sin periodismo. No es bueno seguir el camino por donde avanza Trump. Sí creemos que conserva todavía el comienzo del verano esa fe en la redención laboral que les llegará a muchos a través de un puesto de trabajo, temporal, en hoteles, restaurantes y bares de la playa. Ese desvirgamiento laboral al que tuvimos acceso en un hotel-restaurante de Sitges a donde viajamos en verano para ganar dinero para el curso siguiente y, de paso, conocer la vida de noche fuera del horario laboral.