En una de mis frecuentes visitas a la Calleja de las Flores, vi, ya no con desagrado, sino con pena y rabia, que la cruz que coronaba el capitel de la fuente había sido robada en esta última semana. Ya no son sólo las aldabas de hierro de las puertas del casco antiguo las que están desapareciendo y es que parece que nada de hierro situado en el ámbito urbano se pueda salvar. No sé si se puede considerar que el daño es el mismo, pues en este caso no se trata de una propiedad individual, ni un emplazamiento cualquiera. Esa cruz llevaba luciendo en su lugar desde la remodelación de la plaza en los años 60, una plaza que visitan cientos de personas a diario. Tenía un valor artístico que resaltaba en una fuente popular, junto a restos arqueológicos, un señorío peculiar. ¿Una gamberrada? ¿La fiebre y rapiña del metal? No sé. La ausencia de lo que no sabemos si se procurará recuperar . El Ayuntamiento decidirá.

Pilar Ruiz Bernier

Córdoba