Lo que vamos a debatir es como llamamos a nuestro caballo: caballo español o caballo andaluz. Para ello, pretendemos de forma sucinta argumentar entre otros, sobre su origen, razones históricas de esta y otras razas, orientaciones políticas que condicionaron su denominación, así como la tibieza con que se mostraron algunos ganaderos andaluces y los intereses encontrados sufridos en su principal organización ganadera, en el último tramo del pasado siglo.

Pues bien, está claro que el origen de nuestro caballo es andaluz, pues Diego López de Haro --caballerizo de Felipe II--, cuando constituyó la reata considerada origen de la raza, fue en Andalucía donde adquirió las algo mas de quinientas yeguas y la treintena de sementales de su gusto (las adquisiciones aparecen pormenorizadas en el Archivo de Simancas). Así pues, el origen andaluz de esta raza resulta incontestable. Por otra parte, desde Alfonso X hasta Carlos III, muchos de nuestros reyes dictaron Reales Ordenes preservando --dada su calidad-- las yeguas del sur de ser cubiertas por garañón. Concretamente la raya real incluía las tierras de Murcia, Andalucía y Extremadura, mientras que en el resto de España, Ellos permitieron su producción mular (mulas de trabajo).

Otra consideración capital, se refiere al hecho de que en el siglo XVI existían en España varias razas: el caballo castellano, el losino, el asturcón , el balear y otras, la mayoría de las cuales han llegado hasta nuestros días. Para reconocer a estos caballos, a ninguno se le atribuyó la denominación del todo: español. Por tanto, sobre el nuestro tampoco se debería generalizar, por lo que se le debe denominar simplemente andaluz. Estos hechos invalidan el razonamiento de algunos entendidos que quieren justificar la apropiación nominal de la raza aduciendo que como el imperio de Felipe II era "español", este caballo era representativo de su imperio. Esto también resulta inapropiado pues muchos caballos castellanos y de otras razas, también hicieron las américas y combatieron en Europa.

Donde está pues el origen de la confusión, sin duda cuando Cría Caballar en 1912 abre el libro (junto a otras razas, árabe, pura sangre inglés, anglo-árabe) para inscribir los caballos de pura raza.

A nadie se le escapa los momentos políticos que vivían nuestros compatriotas a principio del siglo XX tras el desastre de ultramar y en plena refriega en el norte de Africa, no extraña por tanto que al caballo mas emblemático, el andaluz, se le denominara caballo español. Luego, cuando surgió la España de las autonomías, nuestros ganaderos se mostraron dubitativos, pues entre sus logros habían conseguido que su principal organización, la ANCCE (Asociación Nacional de Criadores de Caballos Españoles), tuviera la sede en Sevilla, y bastante tenían con defenderse de aquel atrevimiento, dado que aunque algunos propugnaron denominarle caballo andaluz, ante la mas leve insinuación de esta solicitud, los ganaderos de otras comunidades incluido los de Extremadura, tocaban arrebato y ponían en dificultades a la presidencia (siempre andaluza) de la asociación.

Cualquier día los ganaderos catalanes , vascos e incluso de otras comunidades de menor intensidad reivindicativa, iban a permitir nominar algo suyo como de todos. No obstante, lo que los nuestros nos discuten, los demás nos lo consideran, pues fuera de España en el mundo entero, antes y ahora, a nuestro caballo estrella se le conoce como caballo andaluz.

No sé lo que pensará el lector de esta polémica y probablemente existirán otras razones que a mi se escapan. Sin embargo, como aval del sentir de las nuevas generaciones puede valer el hecho que en una clase de sesenta alumnos de la Facultad de Veterinaria de Córdoba, tras razonar y discutir sobre el tema, consulté cual sería la denominación adecuada, y todos - por unanimidad- apostaron por llamarlo caballo andaluz.