No deja de ser curioso que mujer y hombre caminen juntos desde hace miles de años y el varón de la cuestión aún no conozca a su eterna compañera. Y eso es así nos guste más o menos. Y tampoco deja de ser cuanto menos admirable que la hembra, aun con los estrictos esfuerzos realizados por el colega en cuestión, siga rebelándose una época tras otra contra el hombre al que no ama lo suficiente como si fuera hoy o mañana el primer día que aparecieron en la tierra. Miren, ahora hablamos mucho del burkini; sí, eso que se ponen las musulmanas para bañarse en lugares públicos. Rápidamente el mundo creado por los occidentales, que se cree perfecto, critica semejante atuendo dando a entender que es una vestimenta o costumbre desfasada y humillante para la mujer; vamos, una muestra más del evidente sometimiento que sufre la musulmana debido a una religión fanática. Personalmente creo que en una piscina la cosa desentona, pero no tanto en una playa que no es de nadie. Además, desentonar no es ningún delito. Aun así, creo que no estamos tan distantes unos de otros porque en Europa hay muchísimos burkinis incómodos camuflados de martinis blancos que nos atragantan; no estamos tan en posición de criticar que una mora se bañe vestida cuando todos los días mueren cristianas a manos de sus maridos. En todo caso, aun estando a favor de que cada cual se bañe como quiera en el mar, creo que ninguna mujer por sí misma elige el incómodo burkini y la que lo haga es por darle gusto a su maromo presente o futuro. Luego vuelvo al principio y en el mundo árabe (también en la España profunda y no tan profunda), el hombre cree que si una mujer está más tapada pues más lo quiere. En ese aspecto sí que critico la imposición de dicha prenda porque para eso no sirve. Les pongo un ejemplo: hace años, un conocido mío que se las daba siempre de machote y que mandaba en las tías como si fuera un dios, iba con aquella pareja que tenía entonces a la playa de Torremolinos. Por indicaciones de él, la muchacha no se ponía bikini, sino un completo bañador del año la pera con anchos tirantes al que añadía un pantalón corto y un pareo inmediato al salir del agua. Él decía que su novia era muy decente. Pues bien, la decente al poco tiempo se quedó preñada de otro. De verdad, es que creo que el hombre nació tonto si después de miles de años sigue creyendo que la fiabilidad de una mujer para con su pareja va ligada a su nivel de vestimenta en la playa pública y no a la desnudez con la que lo mira en la intimidad.