Este mes de septiembre se ha cumplido el centenario del autor teatral más importante de la segunda mitad del siglo XX, y son muchas las personas que han echado de menos su exaltación a través de un programa de actos que nos hable de su persona y de su obra. Pero Buero tiene sus admiradores, sus seguidores, los que todavía gozan, gozamos, con su teatro, con aquella Historia de una escalera, escrita entre 1947 y 1948, por la que recibió el Premio Lope de Vega, estrenándose en el Teatro Español de Madrid en octubre de 1949. Han pasado los años, muchos años, pero es una obra que mantiene su vigor, su aire de denuncia, su realismo puro y duro, sus personajes, todavía intactos y repetidos en sus valores y contravalores. El tema principal de la obra es el amor frustrado. Nadie es feliz, todos son egoistas, se perpetúa la propia miseria por el egoísmo que desemboca en infelicidad. El autor utiliza en sus acotaciones un lenguaje culto, pero completamente accesible a todo público. Por el contrario, los protagonistas tienen un lenguaje muy familiar, a veces tosco, vulgar. los diálogos son muy fluidos y se logra notar los sentimientos y las características de cada personaje, por su manera de expresarse. Buero analiza a la sociedad española con todas sus mentiras a través de la vecindad de una escalera. Un tramo de escalera con dos rellanos, en una casa modesta de vecindad. La barandilla que bordea los escalones es muy pobre, con el pasamanos de hierro. Don Manuel, con buena posición económica, le pregunta a doña Asunción, que no tiene dinero ni para pagar el recibo de la luz, por su hijo Fernando, quien pretende casarse con su hija. Y doña Asunción le contesta: «Fernando, en su papelería. Pero no está contento. ¡El sueldo es tan pequeño! Y no porque sea mi hijo, pero él vale mucho y merece otra cosa. ¡Tiene muchos proyectos! Quiere ser delineante, ingeniero, ¡qué sé yo! Y no hace más que leer y pensar. Siempre tumbado en la cama, pensando en sus proyectos. Y escribiendo cosas también y poesías. Ya le diré que le dedique una a su hija Elvirita». Es la mentira de la madre para salvar la realidad de su hijo, que no hace nada. La historia de una escalera nos ofrece la frustración, el desasosiego, la mentira, la impotencia. ¡Exactamente igual que en esta hora! España es hoy una torre de Babel en la que hablamos, pero está visto que no nos entendemos. Todos usan las mismas palabras, -ciudadanía, derechos, modernización, participación, regeneración, ética y, sobre todo, la más excelsa de todas, democracia-, pero están hablando de cosas muy distintas que llevan a las metas más dispares. Es impensable que en el sistema democrático de un país «ganen los perdedores y pierdan los ganadores». Algo falla en el sistema. Uno de los dirigentes de Podemos lo proclamó alto y claro cuando fue cogido en el incumplimiento de una obligacion legal: «Me lo permite el sistema». Por eso, nos fascina Buero Vallejo, un profeta sempiterno, porque saltó al ruedo del escenario y denunció, en labios de uno de sus personajes, algo tan terrible como «la solidaridad en el basurero. Al sinvergüenza le amparan los sinvergüenzas».

* Sacerdote y periodista