Tras varios meses en los que las intenciones de la primera ministra británica, Theresa May, se resumían en un eslogan (Brexit es brexit), la premier ha dejado claro que la salida del Reino Unido de la Unión Europea será completa. Londres renunciará al mercado único, dará por terminada la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Justicia y rechaza un acuerdo parcial al estilo de Noruega o Suiza. Brexit será good bye. Las palabras de May implican la victoria del antieuropeísmo puro y duro, que se impuso por un estrecho margen en el referéndum, y dejan en una situación muy incómoda a Escocia, que ya advirtió de que la salida del mercado único era un motivo para volver a convocar una consulta de independencia. May se comprometió a que el acuerdo definitivo entre el Reino Unido y la UE sea aprobado por el Parlamento para dotarlo de la máxima legitimidad. La dureza de los términos no se entiende sin la irrupción de Donald Trump, que con Vladímir Putin coincide en su objetivo de debilitar a Europa. Para ello está dispuesto a asociarse comercialmente con el Reino Unido posbrexit, algo que Barack Obama había dicho que no sucedería. Ante este escenario, la UE debe afrontar la negociación con Londres con serenidad y firmeza, con unidad de los 27 como reclamaba ayer Merkel, y defender sus intereses sin complejos en una separación que será muy costosa. No solo los intereses de la Unión están en juego, sino su misma existencia.