Cuando faltan menos de tres meses para el inicio formal de las negociaciones entre el Reino Unido y la UE sobre la aplicación del brexit, la inesperada dimisión del embajador británico en Bruselas pone de manifiesto la mar gruesa que hay en el Gobierno de Londres sobre una cuestión de tanta trascendencia para el país. La indecisión de Theresa May y el escaso conocimiento de la UE que se atribuye a los tres ministros directamente implicados en la salida de Europa han puesto en primer plano a los sectores más radicalizados del Gobierno y del Partido Conservador que operan como una apisonadora contra quien no comparte sus postulados. Ivan Rogers, el diplomático dimitido, es un hombre que tiene un profundo conocimiento de la UE y, como es tradición en el Foreign Office, es un profesional que se debe al servicio público y no a uno u otro partido. Según el embajador, el Gobierno no tiene una estrategia clara, el equipo negociador no está al completo y es precipitado querer empezar a negociar en tres meses. Son consideraciones que no gustan a los radicales del brexit porque, además de mucha ignorancia y desprecio por los expertos, tienen prisa. El Reino Unido se enfrenta a uno de los grandes acontecimientos que marcarán profundamente el futuro del país, y del resto de Europa, con la mitad de los británicos en contra, un Gobierno poco consistente y unos fanáticos antieuropeístas apretando el acelerador, lo que augura un divorcio poco civilizado.