La presidencia de Pedro Sánchez ha empezado a andar, con el objetivo urgente de formar Gobierno. De los nombres que hay encima de la mesa destaca el nombramiento de Josep Borrell como ministro de Exteriores. Borrell ha sido uno de los dirigentes socialistas que más ha combatido, desde el terreno de las ideas, el independentismo. En los aciagos días de octubre participó, en un papel relevante, en las manifestaciones de Sociedad Civil Catalana en contra de la deriva unilateral en Cataluña, y en las hemerotecas se puede encontrar un famoso debate con Oriol Junqueras en el que desmontó --arrasando con datos y razones a su oponente político-- las tesis económicas con que se sustentaba la independencia. Tras escuchar a Borrell, quedaba meridianamente clara la falsedad del mantra «España nos roba».

Borrell une a la experiencia de gobierno de haber sido ministro los contactos y prestigio que le proporcionaron sus años como presidente del Parlamento europeo. Su nombramiento pone de relieve que, a diferencia de un Mariano Rajoy que siempre apostó por la judicialización del conflicto catalán, Sánchez no teme llevar el asunto de Cataluña al terreno de la confrontación política, al debate de ideas. En este sentido, Borrell es un perfil intelectualmente sólido, combativo y capaz de contraprogramar el relato independentista en Europa. Al mismo tiempo, y dada la animadversión que la figura de Borrell levanta en el independentismo, Sánchez disipa la duda de que hubiera negociado un pacto secreto con los independentistas a cambio de su apoyo.

Negociar es una palabra fetiche en el relato independentista, pero cargada de connotaciones. El primer día de trabajo del nuevo Govern catalán, tanto el president de la Generalitat, Quim Torra, como una de las mujeres fuertes del Ejecutivo, Elsa Artadi (ambos, y no es casual, de Junts per Catalunya), coincidieron en enviar el mensaje de que la vía unilateral no está enterrada, e incluso, según Artadi, que no tienen inconveniente en aprovecharse de las «debilidades» del Estado español. Torra precisó que la negociación que desea con Sánchez será «Gobierno a Gobierno» y partirá «del referéndum de autodeterminación del 1 de octubre, y de la declaración política de independencia del 27 de octubre». Con el nombramiento de Borrell, Sánchez señala que está en las antípodas de esta postura. Cuando el nuevo presidente habla de negociar, siempre se refiere dentro del marco constitucional y estatutario. Sánchez no es Mariano Rajoy, pero que quiera abrir una vía política no implica que su postura respecto el independentismo secesionista, que no respeta la voluntad de la mitad de los ciudadanos de Cataluña y no ha tenido inconveniente en infringir la ley, sea menos combativa. Mientras no se demuestre lo contrario.