Durante mucho tiempo las dos palabras --Borja Pavón-- fueron consideradas por gran parte del pueblo de Córdoba como el nombre y apellido de uno de los hijos ilustres de nuestra ciudad; pero el error fue poco a poco desvaneciéndose y hoy son ya muy pocos los que no saben que la justa denominación del eximio personaje es Francisco de Borja Pavón y López. Hubo razón más que sobrada para la equivocación, porque resulta que cuando rotularon la calle por acuerdo municipal, a principios del siglo XX, sustituyendo el antiguo nombre de la calle Pozo con el del hombre eminente, el letrero decía exactamente Borja Pavón, y así se mantuvo hasta nuestros días. El título actual --Francisco de Borja Pavón-- fue instalado en fecha bastante reciente.

Cronista, latinista, escritor, farmacéutico, académico, Pavón nació en la misma calle Pozo, en la casa número 18. Ayer mismo pasé por aquel lugar para cerciorarme de la continuidad de una de las dos lápidas que se instalaron a poco de su muerte. Esta se encuentra situada en el centro de la fachada de un edificio de dos plantas, cerrado a cal y canto, cuyo exterior muestra evidentes señales de deterioro. Y dice así: "El sabio humanista D. Francisco de Borja Pavón y López nació en esta casa el día 10 de octubre de 1814. El Ayuntamiento de Córdoba dedica esta lápida a su memoria, 1904".

La otra placa, que también me permití comprobar, se encuentra en la casa de la esquina de la calle Maese Luis con la de Armas. Se trata de un nuevo edificio, pero el mármol recordatorio estuvo antes en el demolido caserón donde Pavón tenía su vivienda y farmacia. Esta es la inscripción: "La Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba erige esta memoria a su director, el ilustre humanista doctor D. Francisco de Borja Pavón y López, que en esta casa rindió la jornada de la vida. Al 21 de septiembre de 1904".

Así pues, en este año de 2004 que se inicia se cumple el fallecimiento de este benemérito cordobés. Patriarca de nuestras letras, recolector de conocimientos, promotor de sabiduría, era, además, hombre extremadamente bondadoso. Fue ejemplar Cronista de la Ciudad, desde el 20 de abril de 1891 hasta el día de su muerte.

Sin embargo, la gran figura humanística de Fernando de Borja Pavón y cuanto representan sus estudios para el conocimiento histórico del siglo XIX cordobés no están lo suficientemente analizados. Porque aunque fue, sin duda, el más ilustre polígrafo de su tiempo, no legó sus saberes a través de sus libros, sino ampliamente diseminados en revistas y periódicos de muy difícil localización y, por otra parte, de complicada ordenación. Quizás, al cumplirse el primer centenario de la desaparición del egregio personaje, aparezca el ímpetu necesario para que algún historiador acreditado de los que por fortuna poseemos, o la decisión de un joven licenciado universitario que se decidiera por escogerlo para base de su tesis doctoral, podrían asumir la tarea de su esclarecimiento. Obviamente habrá de ser dura; pero si surgen recopiladores, no han de faltar instituciones que lo respalden. Con la publicación de las obras completas de Pavón y López, incluyendo naturalmente las aportaciones de notas complementarias, se podría saldar una deuda histórica largo tiempo contraída. Porque ocurrió que al morir el renombrado patriarca, el Ayuntamiento de la época acordó colocar lápida a la casa en que nació, darle nombre a la calle y la publicación de sus obras. Por desgracia, no se cumplió el tercero de los acuerdos.

Rafael Ramírez de Arellano nos ha transmitido un breve resumen de sus honores y distinciones: "Ingresó muy joven en la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba de la que fue secretario durante muchos años y, finalmente, su director. En 1866 fue nombrado correspondiente de la Academia de San Fernando de Madrid y más tarde lo fue también de la Real Academia Española, pertenecía, asimismo como correspondiente, a la de Buenas Letras de Sevilla, y a las Sociedades Económicas de Amigos del País de Córdoba, Madrid, Aragón, Valencia, Murcia, Málaga, Montilla, Jerez y Jaén. Fue miembro de la Comisión Provincial de Monumentos históricos y artísticos. Era Comendador de Número de la Orden de Alfonso XII".

Es mi propósito volver a escribir en 2004 sobre este insigne Cronista de la Ciudad. Sus 90 años de vida le permitieron ser excelente testigo de la mayor parte de los acontecimientos cordobeses del XIX. Todos los recogió en sus escritos. Sólo basta agruparlos y darlos a la luz, para que pasen del olvido a la memoria de su tiempo en el nuestro.