Hace tiempo me llamaron para invitarme a participar en un documental sobre un tema que desconocía. No es que supiera poco sobre la cuestión o que no tuviera una opinión formada, es que se trataba de la primera vez que oía hablar sobre el asunto. Así que hice lo que creí más honesto en tal caso, rechacé amablemente la invitación. Di sobradas explicaciones pero aun así creo que mi interlocutor se enfadó un poco. Exactamente igual que la vez que me llamaron para participar en una mesa sobre el Alzhéimer. Al cabo de un tiempo pude ver el documental y por fin entendí para qué me querían: para dar una nota de color. Allí donde habría tenido que estar yo había otra «mujer marroquí». Lo que dijera o dejara de decir no tenía la menor importancia. Mi trabajo, menos aún. Y esto ya me ha pasado varias veces.

No es racista solo el que te dice a la cara «moro de mierda» o el que te descarta automáticamente cuando se trata de tenerte en cuenta para un trabajo o un piso de alquiler. El paternalismo y la instrumentalización también son actitudes racistas. Hace unos días, un negro se subió al balcón de un edificio alto para salvar la vida de una criatura a punto de caer y eso lo convirtió en persona. Dejó de ser negro, inmigrante, ilegal, pobre, analfabeto, sucio, holgazán, un Mamoudou cualquiera para convertirse en Mamoudou Gassama, de 22 años, héroe de la nación francesa, y se le concedió el más preciado de los tesoros europeos: la condición de ciudadano. Es decir, de persona.

Así que lo tengan bien claro los miles de inmigrantes que malviven en el mecanismo feroz de la ilegalidad o quienes dependen de la renovación de sus permisos de residencia para seguir teniendo el derecho de no ser sistemáticamente perseguidos o encerrados en estos modernos campos de concentración que son los Centros de Internamiento de Extranjeros. Que tengan claro que para ser simples personas, para sobrepasar el estigma que supone su procedencia, tendrán que comportarse como superhéroes. No basta con ser seres imperfectos como los demás.Mientras tanto, en Europa aumentan los partidos xenófobos y quienes creen que no pasa nada por dejar flotar los cuerpos no humanos de los inmigrantes en las preciosas aguas del Mediterráneo. Lástima que ellos no tengan la oportunidad de demostrar que son capaces de alguna heroicidad. Porque conservar la propia vida parece ser que luce menos que salvar la de un niño francés.

Comparado con esto último, está claro que la instrumentalización o el paternalismo pueden no parecer tan graves, pero es que una se va haciendo mayor y tiene una extraña sensación de regreso al futuro. El otro día, por ejemplo, me encontré en un artículo la expresión «flujos migratorios», que me remiten a unos días del mes y no a un conjunto de personas que individualmente, una a una, intentan encontrar un sitio donde trabajar y vivir dignamente.

* Escritora