Aquí estoy, esperando la bienvenida de los cigarrones. Que vengan o no vengan ya es cosa suya. Pero por mí que no quede. Si algún día se dignan, aquí los recibiremos y les diremos todo lo que pensamos sobre ellos y su manera de «solucionar» los problemas sin contar con la opinión de los sufridores de primera mano.

Recuerdo a mi madre emplear esa expresión cuando nos veía a los niños esperando con impaciencia algo que ella sabía que era muy difícil que llegara: «¿Qué hacéis, ahí esperando la bienvenida de los cigarrones?». Entonces no nos dábamos cuenta de lo que quería decirnos con eso, mucho menos del tono irónico con el que nos lo decía, y seguíamos allí esperando a que nos cayera un regalo como llovido del cielo. Con el tiempo acabé descubriendo el significado de esa frase, que es común en Montilla, aunque no nunca he llegado a comprender su significado original.

Por lo visto, en la Alpujarra y quizás en otros pueblos de la provincia de Granada, la expresión ha tenido un significado más preciso. Era común que, en las visitas prometidas de las autoridades a esos pequeños pueblos dejados de la mano de Dios, el ministro, el director general o el simple diputado a cortes no llegara nunca o apareciera con mucho retraso sobre la hora prevista; razón por la que, con objeto de manifestar la decepción y el profundo malestar por la pérdida de tiempo, se decían unos a otros: «aquí estamos, esperando la bienvenida de los cigarrones».

La comitiva solía ser numerosa y de una presencia impresionante ante la mirada curiosa y la expectación de niños y mayores. Diputados, senadores, el gobernador, el alcalde, arropados por los caciques locales, a pie o a caballo, en carruajes o automóviles; y todos vestidos de chaqué y tocados con chistera, con aspecto de saltamontes, de cigarrones. Esas visitas, tan esporádicas, eran vistas como la llegada del Rey, o de los Reyes Magos. El pueblo los agasajaba, y los caciques respondían con obsequios o lanzando caramelos o monedas al aire, para regocijo de los niños.

Esas escenas ya son menos frecuentes en según qué zonas y por supuesto, hay más dignidad en las relaciones de los políticos y gobernantes con el pueblo, al menos en las formas. Otra cosa es en el fondo.

Desconozco la ruta que ha seguido la curiosa expresión para extenderse por Andalucía. Y tampoco dónde nació exactamente. Es cierto que Andalucía es tan compleja que la historia, los mitos y las leyendas se mezclan con frecuencia y son imposibles de distinguir. Pero se sabe que, tras de la expulsión de los moriscos, quedaron desiertas muchas comarcas y hubo repobladores venidos desde otros puntos de la Península. Eso precisamente sucedió con las Alpujarras, a donde llegaron decenas de miles de agricultores gallegos, en concreto de las provincias de Lugo y Orense. La toponimia hace referencia a lo gallego: barranco del Gallego, Poqueira, Pampaneira, Capileira. Son frecuentes los apellidos gallegos: Gallego, Loureiro, Funes, Carballo, Santiago, Pereira... Curiosamente, el carnaval de Verín, en la provincia de Orense, tiene como figura central un personaje conocido como «cigarrón», cuyo origen se remonta al siglo XVI, precisamente el momento de la repoblación de las Alpujarras con gallegos de Orense. A los cigarrones se les relaciona con la autoridad, bien con los recaudadores de impuestos o con vigilantes de la ortodoxia eclesiástica. Nada bueno, en todo caso.

Los nuevos cigarrones siguen en las mismas. Los políticos, que supuestamente son simples conciudadanos, se pasan al lado oscuro en cuanto son tocados por el poder. Y qué poca memoria tienen. Pedro, Carmen, acordaos de nosotros. Venid a visitarnos para que os podamos recordar lo que queremos. O por lo menos, convocad elecciones cuanto antes.

* Profesor de la UCO