La Semana Santa no termina con la muerte de Jesús, sino con el esplendor de su resurrección. La procesión del Resucitado por las calles de Córdoba es la gran noticia de una semana traspasada por el misterio de la cruz, por las estaciones de penitencia, por los pasos que no han escenificado la pasión, en una magnifica catequesis rebosante de símbolos, de lirismos, de sentimientos y de enseñanzas. El paso del Resucitado nos transmite hoy que, más allá de todas las evidencias que se nos imponen, la muerte no tiene la última palabra en destino de la humanidad. ¡Cristo vive! Hoy es un buen día para «resucitar» las zonas muertas de la propia vida: resucitar ilusiones perdidas, proyectos abandonados, compromisos incumplidos. La resurrección de Jesús nos invita a vivir como «resucitados», o lo que es lo mismo, a inyectar en nuestras venas latidos de vida, todo lo que nos ofrece aroma de esperanza y de plenitud. Será tambien un buen momento para proclamar las “Bienaventuranzas de domingo de resurrección”, que nos abren nuevos horizontes.

Bienaventurados quienes preguntan dónde, cuándo, en dónde: ellos encontrarán al final la respuesta que anhelan. Bienaventurados quienes se lanzan a pregonar que han visto una luz, una esperanza, alguien que ha resucitado a una vida nueva. Bienaventurados quienes corren a los sepulcros del mundo, quienes encuentran las vendas caídas, quienes dudan, pero siguen confiando. Bienaventurados quienes entienden las reivindicaciones de la mujer, quiene saben que tienen que cambiar los esquemas mentales, porque hace ya más de veinte siglos hubo una «revolución femenina» en la Palestina del siglo I, cuando Jesús inaugura una nueva relación, una nueva actitud hacia las mujeres: «Alguien las miraba de frente, las escuchaba, dialogaba con ellas, no rehuía su contacto, ni sus perfumes, ni su afecto, hablaba del reino de Dios como de un espacio sin dominación, actuaba con asombrosa libertad». Bienaventurados quienes creen a María, a Pedro, a Juan: cada uno de ellos despierta y nos abre a una existencia renovada. Bienaventurados quienes sienten el domingo de resurrección como un día feliz, único, especial, inicial, para compartir con la comunidad, para acercarse a los demás. Bienaventurados quienes se asombran, quienes descubren que con la resurrección de Jesús ha llegado el día, su día único y definitivo. Bienaventurados lo que no temen a la cruz ni a la muerte, porque hay una última palabra de vida, de ilusión, de esperanza y de resurrección. Así, podríamos seguir desgranando bienaventuranzas porque son muchos los paisajes nuevos, las nuevas primaveras, las siluetas que han recobrado la vida y han salido de sus sepulcros, gozosas y renovadas.

* Sacerdote y periodista