En mayo de 1931cuando en Madrid saqueaban y ardían en llamas monasterios e instituciones eclesiásticas con el añadido incremento de la violencia social, a poco de proclamarse la 2ª República, Manuel Azaña Díaz, a la sazón su ministro de la Guerra, reconocido intelectual y político de izquierda, un hombre instruido y leído, literato, escritor, articulista, novelista y ensayista premiado, una persona de bien de rectas intenciones, ante tan lamentable y bárbaro episodio, moralmente reprobable, donde, además, se perdieron cuantiosas obras de arte de incalculable valor, al parecer, o así consta, exclamó: Todos los conventos e iglesias no valen la vida (o la uña, según otros) de un republicano. Situando, pusilánime e irresponsable, con su proclama a la libertad (en esos momentos la religiosa) por debajo del umbral de la democracia, abriendo a la par las puertas al horror. Finalmente rectificó. Pero el mal estaba hecho.

El ilustre alcalaíno, tan desilusionado como otros de su intelectual talla, con respecto a la política republicana de izquierdas, acabaría en sus diarios calificándola de tabernaria, incompetente, de amigachos, sin ninguna idea alta; y a los políticos de obtusos, loquinarios, botarates, gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta, insufrible por su inepcia, injusticia, mezquindad o tontería. Por último, concluiría, con un discurso en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal, el 18 de julio de 1938, pidiendo paz, piedad y perdón.

Ítem más, y por lo ya indicado, es recomendable la lectura del que se considera su testamento político, editado en 1939: La velada en Benicarló, que acaece en un parador castellonense, cerca del mar, a mitad de camino entre Valencia y Barcelona. Una reunión que conforman Miguel Rivera, diputado a Cortes; el doctor Lluch, de la Facultad de Medicina de Barcelona; el comandante Blanchart, del Arma de Infantería, y un capitán; Laredo, aviador; Paquita Vargas, actriz; Claudio Marón, abogado; Eliseo Morales, escritor; Garcés, exministro (trasunto de Azaña); Pastrana, socialista; y Barcala, propagandista.

* Doctor Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Derecho