Está en la condición humana el hacer halago de lo ajeno y desdeño de lo propio. Y nosotros, cordobeses, no íbamos a ser una excepción. Criamos algunos de los mejores y más excepcionales vinos del mundo -y no exagero ni un ápice-- sin que apenas reparemos en ellos. Los vinos de Montilla-Moriles siguen siendo, todavía, muy desconocidos para un porcentaje significativo de nuestra población. Y como muestra, un botón: cuando acudimos a un restaurante pedimos Carta de Vino para los tintos o blancos generales, pero ni se nos ocurre hacerlo, por ejemplo, para los finos o para los otros tipos de vinos generosos engendrados en nuestra propia --y hermosa-- tierra. Bajo la consideración humilde de nuestros caldos se oculta un verdadero tesoro enológico, un festival organoléptico, una aromática entropía, una delicia a gozar, presta a ser descubierta por las personas sensibles que gustan del placer de lo bueno y único.

No somos conscientes de nuestro asombroso patrimonio enológico, de la calidad, rareza y magia de nuestros vinos generosos. Si se viaja por la práctica totalidad de las regiones vitícolas del planeta se encontrarán tipos de vinos idénticos. Tintos, blancos, rosados y espumosos. Los mismos vinos elaborados en zonas distintas del planeta: Australia, Perú, México, EEUU, Francia, Marruecos... Que más dan los parajes: cambian las geografías, permanecen inalterables los tipos de caldos. Sin embargo, en Andalucía La Baja, madre del mayor endemismo enológico, nos aguarda la gran sorpresa: los vinos generosos. Finos, Olorosos, Amontillados, Palos Cortados, Pedro Ximénez, Mediums y Creams son vinos singulares, únicos, que aportan aromático color a la uniformidad enológica del resto del planeta. Cantados por poetas como Shakespeare, escritores como Edgar Allan Poe o usados como ingrediente filosofal por los grandes restaurantes internacionales, como el Bulli o Can Roca, los tenemos al alcance de nuestro paladar y disfrute. No deberíamos tener que mirarnos en el espejo ajeno para poder reconocer las virtudes propias.

Es de justicia destacar el impagable esfuerzo de promoción y divulgación que el Consejo Regulador de Montilla-Moriles realiza fuera y dentro de nuestro marco, tarea que debemos compartir y, en lo posible, apoyar. Por eso, ahora que vivimos nuestra feria, colofón del florido mes de Mayo, ahora que nos echamos a la calle para disfrutar, aprovechemos la ocasión para comulgar con nuestros finos. Son vinos alegres, ricos, complejos, aromáticos, punzantes, divertidos, que realzan el sabor de los alimentos y animan la tertulia y la charla.

Los vinos del mundo y de Andalucía son muchos y buenos. Para nosotros, los cordobeses, los Montilla-Moriles, deben ser los mejores. Tenemos que disfrutarlos, sentirnos orgullosos de ellos y fomentar su consumo. Que cuando se tiene un tesoro bajo los pies, lo de fuera ni es mejor ni más conveniente. Por eso, una frase a repetir: Bebo Montilla-Moriles, ¿Y tú? H

* Expresidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles