La lucha contra el cambio climático es una necesidad cuya urgencia no puede poner en duda nadie mínimamente informado y consciente de la gravedad del reto. Nadie excepto personajes como Donald Trump, que irresponsablemente --y para solaz de los poderosos y no menos irresponsables lobies energéticos de Estados Unidos-- ha desvinculado a su país de los acuerdos de la Cumbre del Clima de París del 2015, una cita que fue trascendental para poner de acuerdo al mundo en el objetivo de frenar el calentamiento global. Y el pasado martes, justo cuando se cumplían dos años de aquella efeméride que abrió el camino de la esperanza, medio centenar de países se reunieron en la capital francesa para ratificar su compromiso y desmarcarse de la Casa Blanca. No eran los 195 que suscribieron el acuerdo de parís, pero al menos la determinación del presidente francés está manteniendo vida esta llama en el concierto internacional.

Emmanuel Macron, el joven político que irrumpió en el Elíseo en mayo y que aspira a ocupar los espacios de los que se retira Washington, tiene el medioambiente como uno de los ejes fundamentales de su mandato, y en su discurso como anfitrión del encuentro no pudo efectuar un juicio más descarnado: «Estamos perdiendo la batalla». El propósito de que la temperatura media de la Tierra no aumente más de dos grados con respecto a la época previa a la revolución industrial no se está cumpliendo, porque se sigue avanzando hacia un diferencial de tres grados. Las medidas para contener el cambio climático se desarrollan con parsimonia, cuando el desafío requiere actuar contra reloj.

Hay avances poco más que simbólicos que aun así deben ser saludados, como el anuncio del Banco Mundial de que a partir del 2019 dejará de financiar la exploración y explotación de petróleo y gas. Pero el mayor compromiso debe ser de los estados más industrializados (que suelen ser los más ricos), en una doble dirección: reducir las emisiones propias y ayudar a los otros países (especialmente los que están en vías de desarrollo y producen para el llamado Primer Mundo) en la introducción de energías limpias. En este sentido actuará la Unión Europea, que movilizará 9.000 millones de euros suplementarios de aquí a 2020 en su plan de inversión dirigido a África y a sus países vecinos para invertirlos en ciudades, energía y agricultura sostenibles.

Los primeros y principales damnificados por el cambio climático son las poblaciones más vulnerables a los desastres meteorológicos que cada vez con más frecuencia castigan al planeta, pero a la larga nadie escapa a sus efectos. El mundo no puede abdicar de la lucha contra el calentamiento global pese a la «vergüenza» de la «decisión autodestructiva con fines políticos» de Trump. Lo dice un estadounidense del establishment, el exsecretario de Estado John Kerry.