No hay mejor remedio para las heridas del alma que un buen libro y una buena canción. Y si lo que queremos leer nos lo cantan al oído, uniendo literatura, poesía y musica... ¡Mucho más! Cuando estamos heridos, recomponerse a base de música que te «diga» algo, que te hable, que te consuele, que te descubra donde te equivocaste, que te reconforte porque al de la canción le pasó lo mismo, o porque la esperanza y el futuro los veamos tan de cerca como nos lo cantan al oído, debe ser digno no de un Nobel, sino de cien. ¿Y si estamos alegres, enamorados y felices? Pues está claro que nada hay como caer en picado en esa espiral maravillosa con remendas canciones de vida, de esperanza o de amor, esas que nos sueltan hasta los pies, que nos agrandan el alma y nos hacen sentir con su letra que esa persona de la que hablan eres tú... ¡Sí, tú!

Cuando a finales de los setenta ya tenía más que decidido que mi futuro sería la defensa de los inocentes --luego descubrí que también de los culpables, porque todos tenemos una parte de justificación-- explotó en mi oído la canción compuesta por Bob Dylan sobre el boxeador negro Rubin Carter, Hurricane, acusado injustamente de un triple homicidio por un tribunal de blancos americanos. Cada vez que la oía, y algunos días era una y dos y hasta diez veces que ponía la aguja sobre el vinilo, mi corazón saltaba tan fascinado como indignado. Solo por esos ocho minutos Bob ya merecía el Nobel porque no se puede escribir en menos espacio una obra literaria tan inmensa en la que la música que la acompaña te roba el alma, trasladándote sin remedio a la sórdida historia de injusticia y racismo que relata, al parecer aún no superada en la gran América, si oímos el impresentable discurso de un señor con cresta amarillenta que ahora se postula a presidente.

Quedémonos aquí con los bardos, los juglares, los hombres --y mujeres-- que con su música cargada de letras nos hacen sentir. Lo que sea. Hoy me quedo con Dani cuando me anima a enseñar mis cicatrices, a pedir que me agarres con más fuerza el corazón y a decirte que me digas que aunque todo sea difícil... en los charcos saltaremos tú y yo, que me arranques las entrañas y me mires más adentro donde solo vivo yo, que me saques esos miedos y los tires, ...que en los charcos saltaremos tú y yo.

* Abogada