Las calles de Madrid y otras ciudades se llenan los últimos días de carteles propagandísticos que ensalzan la figura del banquer. "Hazte banquero/a por 1.000 euros", proclaman. Viene esta publicidad a apoyar la salida a bolsa de Bankia, un nuevo banco suma de un conglomerado de cajas, casi todas en apuros. Llama la atención que se utilice la figura del banquer como sonajero publicitario cuando esta figura pierde tanto prestigio los últimos tiempos. Sin embargo sus creadores conocen que hoy el prestigio o el buen nombre son menos determinantes que el poder o la fuerza seca. Al ciudadano pueden no gustarle los banquers pero sabe que son ellos quienes mandan; por tanto, hacerse banquer no debe de ser malo. Y así debe de ser porque, además, este novísimo banco ha concitado tal unanimidad de apoyos poderosos que ya lo quisieran para sí, no ya el Gobierno (pobrecito), sino la misma oposición popular. Banquers de todas las marcas, desde el Santander al BBVA pasando por la caja que queramos, han ordenado a todas sus oficinas que promocionen y vendan mendruguillos de Bankia como si de maná se tratara. Muchos ciudadanos se han enterado del nombre del director de su oficina bancaria al ser sorprendidos en su trabajo por una llamada de este pidiéndole que se hicieran banqueros por 1.000 euros. El objetivo de salvar Bankia, haciendo de paso decenas de miles de banquers, ha sido la acción patriótica más vasta realizada en España desde el inicio de la crisis. Sacar a Bankia a flote se ha convertido en la metáfora de salvar a la banca española. Y muchos políticos, y otros que no lo son, lamentan que operaciones de este calado no hayan menudeado los últimos tiempos en nuestro país y Europa, pues quizás nos hubieran librado de más de un horror. Sin ir más lejos a los gobiernos de Zapatero no le han dado cuartelillo ni en las peores tormentas. Ahora sabemos que si el suyo hubiera sido un gobierno de banquers los trinos del gallo al amanecer hubieran sonado más melodiosos.

* Periodista