La banca mundial cometió tantos abusos de codicia que sumió a Occidente en una crisis económica monumental, que aún arrastramos. La española no le fue a la zaga. Aquí, cajas y bancos, por ese orden, concedieron hasta 2008 hipotecas y préstamos personales a todo aquel que llegaba a sus oficinas con una nómina o su primo como aval. El vendaval que provoca la caída de Lehman Brothers lo desarbola todo hasta tal punto que nuestro país supera los seis millones de parados y cientos de miles de familias no pueden pagar la hipoteca.

En un primer momento, las instituciones financieras hacen poca cosa para aliviar el drama de tantas familias. Crecen de forma alarmante los desahucios. Las primeras protestas ciudadanas fueron incluso festivas (el vídeo de un grupo sevillano cantando y bailando la rumba Banquero, banquero en el amplio hall de la sede del Banco Santander en Sevilla dio la vuelta al mundo). Aunque se preocupaban más de que estas protestas no tuvieran eco en los medios. El movimiento de protesta creció tanto, no obstante, que las manifestaciones ante las viviendas a desalojar y los escraches sobre responsables políticos de actos tan insociales se generalizaron hasta abrir los telediarios durante largos meses. La corrosión de la imagen de la banca fue enorme (aún está muy lejos de recuperarse) como la sangría económica a que le condujo la pésima gestión de la crisis.

Y no aprendieron. Poco después vienen las preferentes. Las miles de personas (buena parte jubilados) que las habían comprado --«porque la melodía que las promocionaba sonaba a música de Mozart»-- se opusieron incluso con fiereza pidiendo ser resarcidos del engaño. Pero estas entidades, casi todas cajas, trancaron las puertas y dejaron hacer a una legión de abogados ávidos de comisiones y porcentajes que empapelaron los juzgados, primero, y luego ganarían por goleada en millares de pleitos. A la postre, desalojos y preferentes han costado a la banca un potosí y su descrédito. En estas batallas sólo ganaron de verdad los abogados y el periodismo sensacionalista.

Ahora tienen una nueva patata caliente entre las manos: cláusulas suelo. El Tribunal Superior de Justicia europeo sentencia que la banca debe pagar. Se calcula que el nuevo desembolso puede superar los 4.000 millones de euros. Pero las financieras, otra vez, comienzan a remolonear, a dar pasos contradictorios y a trasladar un malestar enorme. Vamos, que no quieren ver el problema de frente. Los abogados, claro, se frotan las manos. Vislumbran otro momio. Más de mil millones se podrían quedar en el camino entre tasas y servicios profesionales si se va a la confrontación judicial.

En esta ocasión el Gobierno espoleado por el PSOE (en concreto por Valeriano Gómez, un socialdemócrata sin adjetivos que sostiene que la negociación y el acuerdo está en la base de la democracia) quiere meter cuchara en el guiso. Pero es muy difícil tomar decisiones ejecutivas cuando el caso exige resoluciones judiciales. Con todo, un acuerdo, que espantaría a tanto abogado moscón, sería factible si la banca se aviniera a razón; porque pagar está obligada a hacerlo, pero si yerra en el método de nuevo, seguro que le tocara apoquinar más a la postre.

El presidente de Bankia (¡qué aguante el de este hombre¡) afirmó el pasado jueves en un acto público que la banca española ha tenido que elevar a reservas, como garantía, durante la crisis un monto total superior al 30% del PIB, o sea, unos 300.000mill€. De continuar con la miopía tendrán que seguir pagando más. Y es que los banqueros no están de moda, para más inri.

* Periodista