Al fin y al cabo lo que está pasando es el colofón a un sinfín de coherencias. No es de extrañar, pues, que radicales vascos, catalanes y extremistas en general líen la que están liando con sus ataques al turismo, la primera industria nacional. Estos mediocres de campanario de aldea, parecidos a quienes en los años más brutales del terrorismo solo veían a través de sus entrecejos --cosa difícil porque eran bastante cejijuntos--, de sus RH negativos, de sus ombligos velludos, ahora la emprenden con el trasiego de las gentes, con el contacto, con las ansias de conocer, con las vacaciones. Hace mucho que este país --como decían los sabios bisabuelos-- contiene un porcentaje altísimo de cabreados, de envidiosos, de enterados, de bocazas, de fantasmas, en suma de mediocres con iniciativa. Y, ya se sabe, es mucho peor un mediocre o un tonto que un malvado, porque al menos el malvado descansa. Estos del antiturismo, ahora que la vía violenta de la política ya no es elegible, acaban de descubrir una alternativa a su rencor congénito, a su frustración de mediocres, a su genética de palurdos. La disfrazan, eso sí, con las nobles intenciones de la defensa del empleo precario, de la denuncia de la masificación, del derecho de los trabajadores, porque todo radicalismo siempre encuentra su encantador mesianismo. No se molestan en explorar (como se dice ahora) los cauces establecidos en las sociedades modernas para intentar solucionar esos desajustes: las asociaciones, los sindicatos, la Justicia, los representantes públicos; no, en cuanto se les calienta el trecejo, se meten a atacar autobuses y visitantes. Leyendo estos días Patria de Fernando Aramburu, encuentras enormes concomitancias entre aquellos bestias de los años de plomo y estos bebe-sin-sed, bachibouzouks, zopencos, ornitorrincos, cercopitecos y esquizofrénicos (sí, se nota que me encanta el capitán Haddock) de ahora. No hay razonamiento posible, no merece la pena, constituyen ese porcentaje maldito de un país al que le es imposible desembarazarse de ellos porque... los gobiernos están generalmente plagados de otro tipo de mediocres, mostrencos, calienta-sillones...

* Profesor