Oigo en la tele que este calor de la última semana ha exonerado de colegio a más de 100.000 escolares y que unas temperaturas así no se producían desde la época de los romanos y eso que estábamos en primavera, apareciendo un mapa de España tan rojizo que solo de verlo asusta. De la época de los romanos no me acuerdo, pero sí de las tardes de verano de aquellos años 70 en las que no existía excusa para no ir al colegio, ni padre que no durmiera la siesta solo con el ventilador, mientras nos tumbábamos silentes en el marmol de los patios de unas casas que no tenían otro método de refrigeración que no fuera la penumbra y el balcón entornado por el que se colaba el fresco y las aleladas moscas que caían al primer zarpazo ¡Ay aquellos frescos y aquellas moscas!

Las cosas han cambiado y mucho. Es evidente que el calentamiento global empieza a ser la crónica de una catástrofe anunciada, tanto como que aquellas baby-boom de los sesenta que aguantábamos estoicamente las siestas con grandes dosis de disciplina, respeto reverencial a los padres y un autocontrol impuesto por una educación en la que flotaba a nuestro alrededor aquello de «hay que ser buena hija», «hay que ser buena esposa», «hay que ser buena madre», «hay que comprender al marido», hay, hay... -Idénticas frases con el sujeto varón, ni se pronunciaban-, nos hemos definitivamente desmelenado y convertido en unas cincuentañeras tan espléndidas, como libres, tan atrevidas como valientes y hasta emprendedoras. Hemos tenido que trabajar mucho, pelear duro, competir con los varones cuando solo se trataba de concurrir con ellos y compatibilizar hasta el borde de la extenuación el trabajo fuera y dentro de casa, cuando eso de la conciliación familiar no existía ni en el diccionario.

A fuerza de constancia, aquellas con las que jugué a «matar» y a la tanga en el patio del colegio son hoy inmensas mujeres que se atreven a organizar eventos como la marcha reciente de Mujeres Tejiendo La Paz, que diseñan programas de prevención de adiciones, funcionarias, docentes universitarias, profesoras de niños especiales, médicas con más de una especialidad, o que nos salvan del cáncer de mama y hasta son nombradas consejeras de Sanidad. El mundo ha cambiado, pero al menos en esto para mucho mejor.

* Abogada