A los barrios les pasa como a la ropa, que de pronto se ponen de moda -lo mismo que pueden caer en desgracia, o sea en el olvido oficial, de un día para otro- sin que existan argumentos contundentes para explicarlo. Es lo que le está ocurriendo a la Axerquía cordobesa, y no solo en su parte sur, la de San Pedro y Santiago, más cercana a la Mezquita y el río y, por tanto, como le ocurre también al barrio de San Basilio, acostumbrada a recibir turistas un tanto despistados que desvían el tiro inicial (y se alegran de hacerlo, por los rincones que descubren). La novedad es que cada vez se ven más visitantes por la zona septentrional, la de Santa Marina, San Agustín, el Realejo y San Lorenzo; tanto que, según datos conocidos tras el concurso de patios, han sido los situados en estas rutas los que han atraído más público, además de todos los premios.

Pero no hay que esperar a fechas tan señaladas para notar ese burbujeo en la Axerquía Norte. Su vecindario, aún no hecho a ver convertidas sus callejas y plazuelas en diana de las guías turísticas, se sorprende al ser abordado una vez tras otra por personas solitarias -también está la visita en aluvión, ya no exclusiva de japoneses- que plano en mano preguntan medio perdidas cómo alcanzar determinada dirección, casi siempre relacionada con las iglesias fernandinas, el palacio de Viana o ese museo intermitente de la calle Trueque que, a tenor de la demanda, bien merecería abrir todo el año.

A esta eclosión turística, con todo lo bueno y lo malo que acarrea, se ha venido a sumar una interesante iniciativa cultural -igualmente discontinua, vaya por Dios- que da caché histórico, o mejor dicho se lo reconoce, a un barrio que lo tenía desde hace 2.000 años. Se trata del Centro de Interpretación Arqueológica, que con la intención de ser una puerta que prolonga el casco histórico más renombrado, puede visitarse hasta el 2 de junio (jueves, viernes y sábados) en el palacio de Orive gracias al proyecto Córdoba en la historia: arqueología, turismo y nuevas tecnologías, sostenido por el grupo de investigación Sísifo de la UCO y la Asociación Arqueología Somos Todos con ayuda municipal y estatal. Así, en un lugar cercano a la antigua muralla que separaba la Axerquía de la Medina y convertido en punto de conexión entre ambas, se ofrece bajo una bóveda poliédrica un espectáculo audiovisual en 3D, titulado La Axerquía en el tiempo, que detalla con imágenes de impacto la evolución urbana de una zona extendida en una superficie de cerca de cien hectáreas, con una importante ocupación desde la época romana hasta hoy. Y lo hace, para rubricar digitalmente lo que narran las piedras, al mismo borde del jardín de Orive, que cobija bajo tierra leve los restos del circo romano y de un barrio residencial almohade. Una buena forma de difundir la riqueza patrimonial de un barrio y de darla a conocer no solo al que llega de fuera sino a sus propios habitantes.

Respecto a los vecinos, se observa un tímido relevo generacional que inyecta energía a una población envejecida. Pero es impulso insuficiente para renovar un paisaje urbano que se cae a pedazos mientras reclama a gritos la atención de las administraciones públicas. Porque ya no estamos en el siglo XIX ni los viajeros buscan retratar ruinas.