En estos días de verano he tenido ocasión de verme con mi hermano, que es profesor de matemáticas en un colegio de Madrid. Hemos tenido ocasión de contarnos cosas de nuestros respectivos trabajos.

Sus alumnos son de 11 y 12 años, esto es, de esa edad en la que la vida se abre con expectación, con ilusión y siempre con novedad, como muy bien describe Delibes en su novela El Camino dibujando con magistrales trazos la personalidad de el Mochuelo , personaje principal de la narración. Recomiendo vivamente la lectura de esa novela a quienes no la hayan leído. Vale la pena meterse con ella: se lee de un tirón y deja un buen sabor de boca junto al placer literario de su lectura.

En contra de lo que viene siendo habitual en este tipo de profesión, mi hermano se lo pasa muy bien con sus alumnos, que le tienen no solo como profesor, sino como amigo. Me comentó el otro día que, en plan de broma, pero con una clara intencionalidad docente y formativa, suele ponerles en la pizarra al principio de la clase algunos días el versículo de Proverbios 18,2 que dice así: "El necio no encuentra placer en la reflexión, sino en propagar sus pensamientos". También suele escribir con letras grandes ese proverbio cuando en la clase se forma ambiente generalizado de manifestar la propia opinión, sin que nadie la haya pedido, en vez de atender e intentar comprender las explicaciones de las distintas demostraciones matemáticas que mi hermano intenta explicar pacientemente.

A mí me parece que si a esos chicos se les quedara en la memoria en el futuro solo ese verso, no sería cosa pequeña. Si repasáramos nuestra conciencia, todos, quien más, quien menos, deberíamos reconocer que somos más bien proclives a propagar nuestros pensamientos aunque estos no sean en todos los casos fruto de una atenta reflexión. Todos tenemos vanidad, a todos nos gusta que nos oigan, que nos lean, que nos atiendan, pero lo que verdaderamente edifica nuestro interior es la reflexión.

Es raro encontrar una persona que decline responder a algo que se le pregunta en razón de que es una materia sobre la que no ha reflexionado suficientemente. Normalmente, cuando alguien tiene que responder sobre un asunto que desconoce, suele improvisar en ese momento, en vez de decir "no se, no lo he pensado suficientemente".

Quizá por eso me parece que hay otro proverbio que dice que "el número de los necios es incontable". Buena cosa es apartar a los chicos, ya desde la adolescencia, de esa profesión tan abundante, y hacerles valorar lo bueno que es atender a quien sabe de algo o leer un libro con intención de aprender de él; en una palabra, formar la propia opinión y el propio criterio con un espíritu de apertura, en vez de pensar que la propia opinión improvisada y espontánea --y sin esfuerzo intelectual-- tiene el mismo valor que las de otros que han llegado a otras conclusiones con trabajo, contraste y sentido crítico.

Puestos a hacer examen de conciencia he de decir que quienes tenemos el oficio de escribir, deberíamos de leer más. Bien es verdad que escribiendo se lleva a cabo un sanísimo ejercicio de perfilar, delimitar y dar forma a las propias convicciones y a las propias opiniones. El ejercicio de pasar al papel los contenidos del pensamiento supone una buena reflexión nada desdeñable. Pero la lectura es ese fabuloso almacén en donde entramos en comunicación con los que mejor han pensado, con los que más bellamente han escrito, con quienes mejor han expresado las mejores y más profundas ideas, con quienes han aportado los datos más significativos sobre una determinada cuestión. Con todos ellos podemos "dialogar" mientras leemos: eso es la reflexión.

Si traigo a estas líneas esa técnica pedagógica de mi hermano es porque la creo extrapolable al ambiente de cualquier persona y al ambiente educativo de cualquier familia. Enseñar a los hijos a actuar según ese proverbio me parece que es una sabia decisión cuyos frutos quizá no se vean a corto plazo, pero serán buenos, sin duda. Por supuesto, pienso que en todo caso habría que empezar dando ejemplo y aplicarse el cuento uno mismo en primer lugar.

* Arquitecto