Buscaban quebrar el bipartidismo pero se han propuesto garantizar su supervivencia a base de forzar el frentismo. Los pactos bipartitos, tripartitos, tetrapartitos y pentapartitos no son otra cosa que un intento no reconocido de fomentar el bipartidismo por otros medios. El exponente máximo fue aquel repulsivo pacto del Tinell, situación ahora de reproducción caleidoscópica en toda España que no se entiende por cuanto en cada municipio y región el color resultante dentro del tubo del caleidoscopio es diferente por ser diferentes sus agentes. ¿El cambio significaba sólo volver al "todos contra el PP"? ¿En eso consiste la regeneración democrática? El todos contra uno no consigue sino caer en un nuevo bipartidismo: uno contra todos. Como decía ayer Manuel Pimentel en Los Desayunos de Diario CORDOBA "los pactos son la vieja política", solo se trata de un nuevo reparto, el volver a lo mismo. Me parece que el cambio debía ir encaminado a lograr un nuevo consenso para cambiar la ley electoral de una vez, una nueva ley que adjudique la representatividad en función de la proporcionalidad de los resultados, seguido de un proceso de segunda vuelta. La petición es un clamor en la calle, aunque Julio Anguita dijera ayer que no oía ese clamor. Sí que existe el clamor, los ciudadanos están cansados de este tejemaneje de pactos postelectorales que rebajan su voto al nivel de moneda falsa que los falsarios de viejo y nuevo cuño manejan a su interés. Pero nada cambiará porque ellos se mueven bien en el absurdo de las clásicas astracanadas. Conseguirán que en noviembre votemos en masa con la pinza en la nariz.

* Profesor