Continuamente asistimos a campañas donde se intenta fomentar la Formación Profesional como alternativa a la formación universitaria de nuestros jóvenes. No todos necesitan tener un título universitario y, además, en muchas ocasiones se argumenta la falta de profesionales en determinados sectores que son preparados por este tipo de formación.

A pesar de todo, se siguen repitiendo los cánones de tiempos pasados con la antigua Formación Profesional. El alumnado que accede a estos estudios, al menos en los ciclos de grado medio, sigue siendo aquel al que le ha costado más sacarse la ESO, es decir, los que por una razón u otra son «peores» estudiantes, según el modelo del sistema actual. Acceden por pruebas de acceso o con su título de ESO obtenido por medio de los distintos caminos que ofrece el sistema (programas de diversificación curricular, FP básica, pruebas libres....) ya que casi todos los que «van bien» en la Secundaria continúan la vía del Bachillerato con el objetivo de continuar estudios universitarios.

Sirva toda esta introducción como tal para contar mi experiencia basada en el título que encabeza este artículo, esperando que sea eso, solo una experiencia particular no generalizable a toda la FP. En un centro de la capital (y es el único que imparte esa especialidad en la ciudad) se ofertan únicamente 8 plazas de acceso al primer curso, y se preguntarán ¿cómo es eso?. Pues la respuesta está en el gran número de alumnos que repiten, números casi equivalentes a los que viví cuando estudiaba la carrera, pero se trataba de una ingeniería superior (y tampoco creo que fuese justificable, pero ese sería tema de otro artículo). Estamos hablando de un ciclo eminentemente práctico, pero parece ser que para el profesorado el principal instrumento de evaluación, por no decir único, son los exámenes, aunque imagino que en las programaciones pondrán otra cosa (el papel lo soporta todo). La queja del profesorado es continua sobre lo «malos» que son los alumnos, la procedencia (a la que antes hacía referencia) de todos ellos, es decir, el sistema por el que han accedido al ciclo..... pero no había ningún planteamiento de adaptación a los mismos, «para qué se iban a hacer recuperaciones si van a seguir sin estudiar» o «para qué corregir actividades si eso no sirve para nada».

Como docente de Secundaria me quedaba perplejo ante lo que oía, e imagino que me comprenderán tanto los compañeros de Primaria como de Secundaria que continuamente «sufrimos» ante unos resultados malos en alguna evaluación, tener que replantarnos nuestra actividad docente, recurrir a adaptaciones, informar a las familias..... se ve que todo esto no ha llegado a la Formación Profesional, ni tampoco a los inspectores de este tipo de enseñanza.

En definitiva, ha sido un año muy duro para muchos de estos estudiantes, lamentando los que se han ido quedando por el camino abandonando los estudios (después nos quejaremos de los ‘ni-ni’). No estoy haciendo, al menos no es mi intención, una apología de los aprobados fáciles o de conceder títulos con suspensos, tema muy de actualidad y que crea mucha «alarma social», sino de cómo nos están diciendo continuamente a los profesores de Primaria y Secundaria, y que he llegado a asumir no sé si por tanto como nos insisten, en adaptarse al tipo de alumnado que uno tiene, recurrir a otros instrumentos de evaluación, que son muchos, y por suerte, respecto a otros tiempos, han dejado de ser exclusivamente los exámenes. Parece ser que a estas enseñanzas no han llegado aspectos tales como la acción tutorial (no se dan cuenta de que si un alumno no ha repetido inicia los estudios siendo menor de edad --16 años--), la atención a la diversidad, la información a las familias y a los propios alumnos (en la universidad se ha avanzado mucho más en todos estos aspectos, por la experiencia que está teniendo mi hija, que en estas enseñanzas o, al menos, en este centro)... No concibo que dos profesores por materia, con muchas horas prácticas de taller, no tengan mecanismos y datos recogidos de sobra para poder evaluar a los alumnos sin dar tanta importancia a sacar más o menos nota en un examen teórico.

Cuando hablas con alguien del gremio, inspectores incluidos, te dicen que estos profesores son los que venían de la antigua Universidad Laboral, y ya se sabe... ¿Qué se sabe?. No lo entiendo, con todos los grandes cambios que ha habido en los últimos años en el sistema educativo en cuanto a la forma y al fondo, que sigan existiendo reinos de Taifas en los que nadie tenga competencia y/o decisión para cambiar. Y todo esto lleva a lo que decía antes, la falta de plazas ofertadas, por lo que un gran número de chavales que quieren seguir formándose no pueden acceder porque hay otro gran grupo de alumnos «muy malos» que no da el nivel requerido por los profesores y que, lógicamente, seguirán intentándolo porque es su ilusión. Claro es que a lo mejor «no valen» para ello.H

* Profesor de Secundaria