Lo mismo me estoy metiendo un berengenal (es decir, un berenjenal con g de «grande»), al hablar justo en estos momentos de la Mezquita-Catedral. Pero bueno, como todo el mundo está hablando de ella, pues uno más... ni se nota. Y más aún tras la resolución de la comisión municipal que alienta con buenas razones a reclamar su titularidad (no su uso), el demoledor trabajo periodístico de La Sexta sobre las inmatriculaciones, el contundente seguimiento de la información y la encuesta sobre el sentir de los cordobeses dado a conocer por Diario CÓRDOBA o los conciliadores pero firmes argumentos del canónigo Juan José Jiménez Güeto en el lunes en TVE-1.

Pero permítanme que en mitad de este guirigay de voces doctas, voces de masters y voces remasterizadas, me sume sin complejos para opinar (tampoco he visto muchos traumas de inexpertos en dar su opinión, algo que por otra parte me parece perfectamente legítimo y que tampoco critico) sobre una de las decenas de polémicas paralelas que acompañan al debate. El que se quiera hacer una relectura de la Historia del Arte para afirmar que todo lo construido en la Mezquita Catedral durante la época Omeya fue una simple extrapolación de logros arquitectónicos romanos y bizantinos.

Claro que si vamos a eso, el Románico fue una mierda de piedras gordas usando de vez en cuando el arco romano, en el Gótico ya estaban todas las soluciones arquitectónicas que habían trabajado los romanos, las iglesias fernandinas de Córdoba no tienen mérito porque los romanos las hubieran hecho mejor, el Renacimiento (como indica su propio nombre) fue una recuperación del modelo grecolatino y el Neoclasicismo, por definición, ni existió.

O sea, que desde los romanos lo único auténticamente nuevo en Córdoba ha sido la Casa de Cristal (que se reformó), el puente de Calatrava y el Palacio del Sur (que no se hicieron) y el hotel oxidado. Cojonudo.

Y ya digo que el valor del arte islámico es solo uno de los aspectos de esta polémica que, pese a todo y si conseguimos dialogar y ser juiciosos, incluso nos puede beneficiar. Por supuesto, el berenjenal jurídico sobre la Mezquita Catedral me sospecho que no ha hecho nada más que empezar. Pero, se pleitee donde se pleitee, de entrada, hay un punto en común para comenzar a dialogar y hasta a sacarle partido al debate: el que por todos estemos reconociendo que la Mezquita Catedral no la hicieron los romanos que dieron los fundamentos arquitectónicos y llevaron la ciudad hasta el puerto fluvial, los visigodos (católicos o arrianos), los bizantinos (construyeron una iglesia en Rey Heredia y sus artesanos nos dejaron el Mirhab), los musulmanes tras comprar la iglesia de san Vicente, los cristianos que la conservaron, el corregidor Luis de la Cerda, la corregidora Isabel Ambrosio o el obispo Demetrio.

La Mezquita-Catedral la hicieron los cordobeses.

Pero a lo que voy: si en todos esos siglos los cordobeses han legado al mundo un estilo artístico único en el orbe como es el arte califal, identificable y reconocible en todo el planeta a cualquiera del mundo que se le enseñe una simple foto de la Mezquita... no seamos tampoco tan estúpidos como para quitarnos méritos.

Vale que ahora seamos pobres hasta para soñar, que ya es triste. Pero... ¿también lo somos para ningunear los sueños que sí lograron nuestros antepasados?».