En La muerte de Marat, Jacques-Louis David refleja al líder jacobino francés con una expresión que genera cierto conflicto moral al observador. Marat, sentado, se desangra por una herida en el pecho. Su cabeza mantiene una postura que sugiere agonía, pero una leve sonrisa aporta cierta tonalidad enigmática a la obra. Como si estuviera despidiéndose de sí mismo. Polémica en su época, quizá por la crudeza con la que se representa el suceso, la lámina se encuentra hoy expuesta en el Museo Real de Bellas Artes de Bélgica.

Algo similar ocurre con Las señoritas de Avignon. Su autor, sinónimo de controversia, elimina en esta obra la profundidad, definiendo los contornos de las figuras a través de límites claroscuros. También arroja sobre la pintura sus marcadas influencias africanas. El cuadro produjo una gran consternación cuando vio la luz, al no entenderse el revolucionario punto de partida iniciado por Picasso. Actualmente, se encuentra exhibido en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

En Canarias, el arte también nutre el bucólico paisaje insular. Pero con desigual suerte. Allí, dos lienzos de González Méndez presiden la sala de plenos del Parlamento, conmemorando la llegada de las tropas del Reino de Castilla al archipiélago. Su valía se encuentra refrendada por el historiador Alberto Darias, que los califica como uno de los mejores ejemplos de la pintura histórica canaria. Un lugar recreado donde se fusionan las razas. Pero hete aquí que los prohombres más virtuosos del nacionalismo de las islas andan indignados por lo que, a su juicio, es una ofensa a los guanches, humillados ante la prepotencia de los conquistadores.

Creo, y no es una vana inquietud, que nos precipitamos inexorablemente hacia una atmósfera de difusos contornos, en la que, so pena de incurrir en el pecado de lesa incorrección política, los maltratados talentos creativos españoles van a terminar siendo condenados a reproducir, en exclusiva, Arcadias. Una contradicción inaudita. Sobre todo, considerando las nuevas tendencias desarrolladas por los celosos guardianes del purismo moralista, que han colocado a España a la vanguardia de ciertas expresiones de cuestionable talento. Así, explorando el proscenio en el que se desarrolla el panorama socio-cultural patrio, hallamos el fenómeno del Breaching Art, donde predomina, como fuente de inspiración, el reiterado incumplimiento del Contrato Social. Otra de las tendencias líderes sería el Dieciseismileurismo, como símbolo del sueldo anual más común entre los ciudadanos, aquellos mismos a los que se les trata de proteger ante la ofensa que parece subyacer en la técnica pictórica de antaño.

Nótese, empero, que esta evolución del arte de la decadencia profundiza en su progreso hasta alcanzar su fase más barroca y ornamental con dos movimientos paralelos que parecen gozar de cierta predilección entre el público joven, a juzgar por su vocación de permanencia en el tiempo. Por un lado, asoma con especial virulencia L’Art de la Précarité. Como su contrapunto, otra de las propuestas artísticas sería la que protagoniza la Generación del 48, tendencia acreedora de matices oscurantistas, representada fielmente por este porcentaje de desempleo que ha golpeado estos últimos años a los jóvenes que no han hecho las maletas. De aquellos, en definitiva, que se resisten a partir sin billete de vuelta, seducidos por los encantos de las voces escapistas que aconsejan emigrar. Aunque sea a ninguna parte.

Como muestra el tratamiento a las obras de González Méndez, parece que España es de los pocos países que se avergüenza de su historia, escondiéndola. ¡Preséntese a ocultamiento Retrato de Fernando VII con Manto Real! ¿Cómo pudo Goya atreverse a representar una época tan ominosa? Ponemos cortinas al pasado mientras, obstinadamente, nos encaminamos a repetirlo. Quizá lo segundo sea consecuencia de lo primero. Un oxímoron, tan sugerente, que podría su vez devenir en tendencia.

* Abogado