El hombre de la chaqueta gris, el que va en el autobús un poco ausente y un poco atento a las conversaciones a su alrededor. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo una tentación en el aire y cipreses pensativos y una indiferencia que hiela los labios y el turbio placer de quien se aleja del buen camino arrastrado por el loco amor.

El hombre que ahora se aparta para que pase una sillita de bebé y que luego mira el móvil por si le ha llegado algo. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo una muerte oculta bajo una sonrisa y una melodía agonizante de piano y venas desgarradas y sangres confundidas en medio de la niebla del recuerdo.

El hombre cansado de correos y normativas que solo quiere llegar a casa y ponerse el pantalón del pijama. Ese hombre. ¿Lo ves? Ese hombre lleva en el bolsillo una letra E grabada en la corteza de un olivo y palabras iracundas o tiernas pronunciadas por el viento y una nostalgia de flores marchitas.

El hombre que acaba de acordarse de que su mayor tiene dentista pasado mañana. El hombre que tiene que echar la quiniela cuando vaya al dentista. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo un himno floreciente y una débil música enredada en los dedos como algas dormidas y pan caliente como el corazón de un niño y zapatos llenos de polvo y adioses.

El hombre que piensa en la contestación que debió darle a alguien en el trabajo si hubiera tenido la rápida desenvoltura que jamás tendrá. El hombre que a las seis y media de la mañana estaba preparando el sofrito de las lentejas. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo la mirada pálida de los espejos y la trompeta del Jueves Santo y una voz honda y pura rescatada del manantial de los días.

El hombre que cree reconocer una cara saliendo del Piedra. El hombre que se acuerda de que apenas queda Fairy. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo barberías humildes y pasteles de hojaldre y el acabamiento que serpentea en el taller del relojero y un fulgurante amanecer en la calle Armas. El hombre que está a punto de darle al botón de stop y que no le da porque quiere darle un niño al que se ve que le hace ilusión darle al botón de stop. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo el dedo infantil sobre el atlas y abordajes piratas bajo la dulce lámpara y huellas imborrables en el bosque de la vida y el sediento sorbo de la copa del odio.

El hombre que baja del autobús y que ayuda a bajar a la mujer con la sillita de bebé. Ese hombre. Ese hombre lleva en el bolsillo piernas arañadas por las vides y la cinematográfica penumbra de la fila 13 y la mirada húmeda del perro y la solitaria figura un mendigo predicando en el desierto de la calle.

Ese hombre que por fin llega a su casa lleva en el bolsillo de la chaqueta un arma para combatir el tedio de la realidad. Ese hombre lleva en el bolsillo de la chaqueta un libro de poemas de Pablo García Baena.

* Profesor del IES Galileo Galilei