Uno vuelve siempre a los veranos más felices, yo vuelvo a oler a eucalipto y casi siento el crujir de sus hojas camino de la playa, escucho a las palomas medio adormecida con el rumor de las olas, muerdo una pera de agua que me ofrece mi padre recién cogida del árbol y lo veo alejarse con un tridente en la mano cual Neptuno volviendo a casa. Paseo descalza por la playa y siento que mis pies son absorbidos por la arena, huelo la sal y siento el viento en la cara, enredando mi pelo, unos niños gritan a lo lejos mientras entierran una medusa y mi madre me persigue con la crema protectora en la mano.

Cierro los ojos y puedo sentir todo eso y la nostalgia se apodera de mí y quisiera volver a ser esa niña tímida cuya única preocupación era encontrar compañeros de juegos y me sorprendo llorando a la vez que río, es lo que tiene haber sido tan feliz cuando se es niño.