Ingmar Bergman, que nació en 1918, cumpliría 100 años el próximo mes de julio. Efeméride que la Filmoteca Nacional ya ha empezado a celebrar. Durante tres meses --abril, mayo y junio-- el Cine Doré madrileño le dedicará el mejor homenaje: la exhibición de toda la filmografía del realizador sueco. A principio de los años 60 asistí en Londres a un ciclo de sus primeras películas y no olvidaré Verano con Mónica, protagonizada por Harriet Anderson. La filmó en la isla de Farö cuyo paisaje envuelto en soledad y silencio me impresionó. Más tarde se hizo allí una casa donde se retiraba para reflexionar sobre un estilo de cine hoy en desuso. Al igual que el realizador danés, Dreyer, reflejó en algunas de sus películas recuerdos de la niñez en torno a una educación religiosa luterana muy estricta. En esa isla murió a los 89 años de edad. Recuerdo el estreno en Madrid de El séptimo sello y la critica que hice en el periódico Pueblo. La muerte, que le obsesionaba como motivo metafísico, fue el «leit motiv» de aquella inolvidable película. Vuelvo ahora la mirada hacia atrás, hacia aquellos «cineclub» madrileños donde aprendí a comprender el verdadero «séptimo arte», hoy tan devaluado. En aquellas salas minoritarias acudíamos los universitarios para ver buen cine extranjero en versión original. Leía la revista Film Ideal y libros de una colección especializada en divulgar el lenguaje cinematográfico, la dirección, el montaje, etc. Carlos Saura era un asiduo. Lo conocí en la Escuela de Periodismo donde asistía a los cursos de fotografía. Otro asiduo y buen amigo era Manolo Summer.

*Periodista