A su manera (confuso, caótico, nunca con las formas y el fondo que se le suponen a un presidente de Estados Unidos), Donald Trump mostró ayer su esperado apoyo a Mariano Rajoy en la crisis de Estado que vive España a cuenta del ilegal referéndum de autoderteminación convocado en Cataluña y suspendido por el Tribunal Constitucional. El presidente del Gobierno hizo sus deberes como aliado de los EEUU (dio su apoyo a la mano dura de Trump con Corea del Norte y Venezuela, por ejemplo) y a cambio logró de los labios de Trump la frase que buscaba: «Estoy por una España unida y creo que la gente de Cataluña tiene que seguir en España». Fue la esperada respuesta a una pregunta formulada por la prensa española sobre un tema que apenas interesa ni se conoce en Estados Unidos, en sintonía con aquel apoyo a «una España fuerte y unida» que expresó su antecesor, Barack Obama, durante la visita de Felipe VI a EEUU en el año 2015.

Eso sí, antes, en otra pregunta, Trump había divagado con una «opinión personal» (como si un presidente de Estados Unidos pudiera permitirse este lujo) y con una frase extraña: «Nadie sabe si (en Cataluña) votarán, el presidente dice que no pero creo que la gente se opondrá». La frase dio ayer mucho juego en el mundo soberanista, pero estilo trumpiano al margen, Rajoy se trajo de Washington el apoyo estadounidense de la misma forma que también cuenta con el de la Unión Europea y el de los estados que lo forman. Otro asunto es que el discutido estilo político y comunicativo del presidente del Gobierno haga que el independentismo sienta que la batalla del relato a nivel internacional la tenga ganada, a juzgar por la forma con la que una parte de la prensa internacional está informando de lo que sucede en Cataluña, fruto de una tarea constante de difusión ejercida desde hace tiempo por la Generalitat ante la prensa extranjera, entre la que se han suscitado algunas simpatías, pero que no han alcanzado a las instituciones.

Necesita apoyos el Gobierno de Rajoy, que la semana pasada perdió una moción de apoyo en el Congreso (presentada de forma inoportuna por Ciudadanos) y que ayer, a través de Cristóbal Montoro, anunció la intención del Ejecutivo de prorrogar al 2018 los Presupuestos del 2017 ante la falta de apoyos parlamentarios. El problema de Rajoy es que el socio clave para aprobar las cuentas, el PNV, no oculta su incomodidad con la forma con la que el Gobierno está afrontando la crisis en Cataluña. El presidente anunció ayer que no acudirá a la próxima cumbre de la Unión Europea en Tallin para centrarse en la gestión de a crisis. Certificado el apoyo de las cancillerías europeas y de Washington, Rajoy cuenta en España con el sólido respaldo de los partidos constitucionalistas, aunque la crisis de Estado también salpica la gestión del presidente y amenaza la legislatura.