Los juicios populares ya no se celebran en el Jeu de Pomme ni en el Palacio Luxemburgo, ni es Dantón el que se queda afónico ante sus acusadores a fuerza de estrellarles en la cara brillantes salidas y ocurrencias exculpatorias de su caso. Si hay de verdad juicios populares ahora, se celebran en Twitter y no manejan razonamientos ni términos legales, al pueblo le encanta insultar a los reos antes de ser juzgados mientras aúllan ante la perspectiva de ver caer sus cabezas. Tampoco es Dantón quien se defiende con magníficos alegatos, sino una descendiente de Louis XIV cuya labia no va más allá del "no sé", "no me acuerdo" y el "no me consta". Con estas mimbres, con esta seguridad de que la justicia, haga lo que haga, está condenada ella misma, no se puede mantener un reino. Monarcas hubo que, al frente de sus ejércitos, encaraban el destino con la sonrisa sardónica en los labios del que sabe que la sangre azul, como el ácido, puede derramarse pero abrasa a quien lo vierte, y que, después de traspasar la tierra, fecunda la semilla de nuevos tiranos porque el pueblo los necesita y es incapaz de vivir sin enarbolar horcas de soga y horcas de aventar la paja por las ciudades y pasillos de los palacios. En los pueblos es más expeditivo, se abren las cachicuernas y se cierra un episodio histórico como el que golpea la blanca doble sobre el mármol de la taberna. Extraños tiempos donde los 'sans-culotte' toman Sol y se whatsapean y twittean mientras que la carroza real baja la rampa y la imputada enseña los dientes como la Pantoja ante la prensa porque "eso les jode".

* Profesor