Manuel Bermúdez, director del Aula de Debate de la Universidad de Córdoba, está empeñado en convertir a nuestra ciudad en una de las capitales de referencia del mundo del debate y la reflexión. Para ello nada mejor que organizar coloquios con figuras que combinen la ejemplaridad política con el rigor científico y también, por qué no, la atracción mediática. Con el problema sobre la mesa del futuro de la izquierda, Bermúdez convocó a Julio Anguita y José Carlos Monedero a debatir y la respuesta del respetable fue sobresaliente, con el salón de actos del Rectorado con un lleno hasta la bandera de un público entregado que durante tres horas siguió el intercambio de ideas entre el antiguo dirigente de Izquierda Unida y uno de los líderes del emergente Podemos.

Anguita, fiel a su estilo "profético", estuvo serio, didáctico y, en ocasiones, paternalista. Monedero, acostumbrado a las aulas pero también a los platós, combinó un tono académico con un estilo Club de la Comedia en ocasiones de trazo grueso. Si Anguita se pasa de solemne hasta parecer un predicador, Monedero lo hace de ocurrente hasta llegar a ser ofensivo. En cualquier caso, arrancaron frecuentes aplausos en sus reivindicaciones de que "otro mundo es posible", alternando la denuncia del Tratado de Libre Comercio entre la UE y EEUU con un rechazo a la "mercantilización" de lo humano.

Yendo al fondo del asunto, el futuro de la izquierda en el siglo XXI, planteó Anguita una serie de invariantes que, desde su punto de vista, se retrotraen a la vertiente jacobina de la Revolución Francesa y al momento inicial bolchevique de la Revolución Rusa. Con el valor supremo de la igualdad y enarbolando la bandera de los derechos humanos --¿a despecho de la guillotina, la hoz y el martillo?-- Anguita conminó a los asistentes a resistirse a los cantos de sirena del consumismo como nueva forma de alienación capitalista. Los más jóvenes lo tuitearon con sus iPhones o Samsungs.

Monedero fue más autocrítico. Primero porque advirtió que el desafío de la izquierda pasa por resucitarla dado que en la actualidad no existe. En segundo lugar, porque hizo un lúcido análisis de los errores de la izquierda, del estatalismo a priorizar las necesidades colectivas por delante de la libertad individual. Por otra parte, hizo una tímida apología de la economía de mercado aunque desde los parámetros de Ellinor Ostrom, con los bienes comunes siendo administrados por sus usuarios en lugar de necesitar la mediación del Estado o basarse en el interés privado individual.

Me pareció obvio que la izquierda ha renunciado a grandes aventuras revolucionarias, los Palacios de Invierno se han transformado en parques temáticos culturales o mercados gastronómicos, y se plantea no tanto una transformación de la sociedad capitalista sino un mero "tuneo" de la misma basada en micro acciones solidarias: cooperativismo, comercio justo y otros tipos de economía social que potencien el consumo colaborativo. Parafraseando a Paul Eluard, hay otros mercados pero están en éste.

* Profesor de Filosofía