El ser humano atesora una tendencia natural a preservar y recordar las referencias temporales como quien precisa sembrar con pequeñas migas el camino para poder conservar siempre intacta la posibilidad de retornar al origen y a la esencia de las cosas. Y a su verdadero valor. Por eso creo que el 28F es una referencia muy importante para todos nosotros.

Aun así, los hitos temporales son instrumentos o referencias, pero no constituyen la esencia misma de nuestra Andalucía y ni del andalucismo reivindicativo e histórico. Eso sí, nos aportan una excelente oportunidad para desandar el camino y así comprender mejor lo que fuimos, lo que somos y el lugar en el que estamos.

¿Qué es Andalucía? No voy a negar que sostengo un cierto escepticismo con relación a los intentos exegéticos estériles de hurgar en las identidades propias --que se ha convertido en moda-- y que creo que casi siempre responden a una simple forma de justificar la ausencia de ideas nuevas y productivas. Máxime cuando es evidente que Andalucía es un entramado de culturas, pueblos y territorios tejidos capa a capa a lo largo de los siglos para llegar a conformar un todo.

Echando una mirada a nuestra historia, Andalucía es Tartesos, es la Bética Romana, es judía y es Al Andalus. Andalucía es complejidad, variedad, diversidad y sin embargo armonía y continuidad. Múltiple unidad orgánica, cuanto más variada más rica, como sus ocho acentos. Tal vez sea esa la esencia de nuestro sano regionalismo. El nacionalismo andaluz es firme, pero amable y acogedor. El andaluz lleva a su tierra en el corazón pero la interpreta como un medio de progresión hacia la solidaridad colectiva y hacia la Humanidad. La convierte en un instrumento de superación pero no de negación. Como dijo Blas Infante, "Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano".

Precisamente por eso resulta peligroso que los que ostentamos una responsabilidad política sucumbamos a la tentación demagógica de intentar enarbolar la enseña colectiva para defender intereses que en el fondo y en la forma son meramente partidistas. Nadie debe pretender atribuirse el monopolio de un concepto y de una bandera, ni tan siquiera desde la máxima representación institucional, para utilizar el espíritu andalucista como si fuera una pesada alabarda que impide el paso a la cordura y al diálogo.

Es probable que nadie haya sabido definir Andalucía mejor que sus poetas. Y es que seguramente la entidad más auténtica de sus paisajes, de sus ciudades y de sus gentes solo puede ser comprendida y sentida desde los versos que los poetas han dedicado al recuerdo de su tierra. Recordemos la Andalucía lorquiana, tan inseparable de sus conceptos de la vida, la cultura y de su casa familiar. O los sueños marineros de Alberti que le sirvieron de bálsamo en el exilio y de salmo en el regreso. O los eternos recuerdos malagueños de Aleixandre. O el talento prodigioso y lúcido de Rafael Pérez Estrada. Y tantos otros.

No quiero engañarles, y les ruego que tampoco se dejen engañar por aquellos que lo pretenden cada vez que se atribuyen como propia la voz de los andaluces. Andalucía no se explica con reglamentos, ni se manipula. Andalucía se lleva en las entrañas. Andalucía no responde a la espuela sino a la voz clara. Andalucía es Estatuto, sí, pero sobre todo es mirada. En palabras de Federico García Lorca "Andalucía es un poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica". Así es también el amor. El amor a nuestra tierra.

* Candidata del PP de Córdoba al Parlamento de Andalucía