Nunca pensé que una cajeta de cartón pudiera dar para tanto y la deseché sin aprecio. Y, mira por dónde, el provecho que Arturo le está sacando. Llevo desde el 9N dándome calamonazos por haber descubierto que soy un enano mental, pues es en la apreciación de la nimiedad donde se nota la diferenciación intelectual, que así lo dijo, más o menos, Ramón y Cajal: "Hay mentes tan pequeñas que no alcanzan a considerar la trascendencia de lo minúsculo". ¿Cómo no se me ocurrió pensar en el potencial que encierra una cajeta de cartón vacía? Pido perdón por haber tirado todas las cajetas que me mandan desde Barcelona con las capsulas del café que en casa tomamos cada día.

El las iba guardando y ahora se ha ahorrado tener que comprarlas de metacrilato, que son muy caras, y con una rajita para meter la papeleta las ha puesto sobre la mesa del plasma mundial. Encima de la rajita de la cajeta han puesto una cuartilla, como si fuera una compresa, en prevención de que no salga ni entre, por la rajita de la cajeta, papeleta alguna, mientras que, quitándole la compresa, la presidencia no lo autorice, --salvo licencia que goza, para ponerla o quitarla, Oriol Junqueras, como así hizo para saber como prosperaba su propuesta--. Exquisita precaución de estos voluntarios por velar por la pureza del proceso soberanista catalán.

El 9N fui a darle apoyo a Arturo y a decirle que, de ser cierto todo lo que él afirma, yo también querría borrarme de España. Igual que él repudio vivir en un país donde hubiera conciudadanos aplastados por la bota del poder del Estado; marginados, desahuciados y humillados; en donde te corten la lengua por usar la materna. Iconoclastas de La Moreneta, Pau Casals, Albéniz, Dalí, Granados y Gaudí. No quiero un gobierno que se mofe de sus hilanderas y que les imponga la mano de obra de los ineptos de Almería, de los golfos, vagos y maleantes, de toda Andalucía; convertirla en el sumidero de la escoria obrera española. En definitiva, no quiero vivir bajo una dictadura que no respete los derechos humanos, ciudadanos sometidos, sodomizados, amordazados como Pilar Rahola, para silenciarlos. No quiero dictadores que construyan esquiroles, como eximios Albert Boadella o Montserrat Caballé. Que azoten con Cervantes, el Yerma de Lorca, Aranjuez de Rodrigo, Un Perro Andaluz de Buñuel. Es agravio comparativo que de los ocho premios Nobel españoles, dos fueran para andaluces y ninguno para "Hospitalet". Que les obliguen a llevar sus dineros a Andorra porque aquí el fisco español se los roba.

Y en este revolutum de pasiones encontradas, de espectáculo porno, insultos y humillaciones, no puedo callar que me duele el alma al comprobar que entre mis paisanos se despierta un fuerte sentimiento de culpa, que los sume en una pérdida de autoestima: --En el fondo --me dicen-- los catalanes tienen razón; comparados con ellos, los andaluces somos un pueblo cañí, de la cabra y la pandereta.

La modestia mal entendida conduce a que escondamos en nuestra vitrina las victorias conseguidas, allende los confines siderales, que a todos nos enorgullecerían. Ese carácter, que solo alardea el fracaso, nos ha traído malas consecuencias. Al ánimo abatido, pues, quiero llevarles el estímulo de quien conoce bien esta y aquella tierra.

La desafortunada y repetida metáfora de Blas Infante: "Andaluces, levantaos", de nuestro himno, ha hecho más daño que los que se mofan de nuestro carácter y esencia, y aún fue peor plagiar la música, cuando en esta tierra, hasta las piedras componen y en vez de hablar, cantan. Andalucía es jaranera, jamás indolente, y por estar diligente, a las dos de la madrugada descubrió América Rodrigo de Triana. Se creó el mito de que el andaluz es vago para descalificarlo y pagarle menos salario. Creativos, conseguimos triunfar trabajando para vivir gozando, que nos hace sentirnos humanos; Arturo, con cava ganas pero con aceite pierdes. Andaluces eran los que participaron en el "milagro alemán" y tras la guerra, los que desescombraron Cataluña. En ambos sitios yo estaba. Y en las contiendas de mi especialidad médica, donde también estuve, los andaluces las ganaban. Es absurdo que no se sepa que por el Japón no solo triunfaba Chiquito de la Calzada y que allí no sonaba precisamente la rumba catalana.

No quisiera ser cómplice con mi silencio, tal como tantos lo fueron con el Holocausto. El 9N vimos cómo Arturo, a pecho descubierto, desafió las balas del fiscal y las del Estado de Derecho. Y se escudó con el treinta por ciento de catalanes, incluidos los que acudieron para evitar represalias. Y cada uno con su cajeta para prender una enorme hoguera y, como en Sagunto, inmolarse al grito de ¡muertos antes que españoles!

Arturo, es tu libertad, haz lo que quieras, pero deja a Ada Colau, bendita, que lave tus vergüenzas para que no se sepa que, el Nous Barris de Barcelona, es el barrio que tiene más desahucios de España y el Paradise de Gerona, el prostíbulo más grande de Europa.

* Catedrático emérito de Medicina. Universidad de Córdoba