Las acusaciones de que Rusia interfirió en la campaña electoral de EEUU ayudando a Donald Trump con filtraciones del correo de Hilary Clinton y la investigación que se está llevando a cabo por el FBI, en un principio lo entendí como una pataleta de los Demócratas al perder las elecciones, y me pareció que el entendimiento de Trump con Putin, sea cual fuera mi rechazo a estos líderes, nos alejaba de una segunda Guerra Fría, aportaría una solución a la devastadora guerra en Siria y a su desastre humanitario, y evitaría el enfrentamiento entre las dos superpotencias. Olvidé que el imperialismo es anterior al comunismo y que la lucha por el poder hegemónico entre las naciones capitalistas es geopolítica. Nos lo recuerda Johnn Bellamy Foster en Revolution and contrarevolution (MR, 2017).

Ya desde finales del XIX, cuando el capital monopolista surgió en EEUU y Alemania, Chales Conant, al establecer las bases del nuevo imperialismo yanqui, proyectó la hegemonía política-económica en largas partes del globo y del Pacifico, mientras que Friedrich Ratzel conectó el termino lebensraum como un imperativo de la política germana. Pero fue el teórico británico McKinder quien, tras la derrota del Ejército Blanco contrarrevolucionario en la guerra civil de Rusia, en 1919 sentenció que el objetivo de la geopolítica capitalista era promover el desarrollo de los imperios… «para acabar en un solo Imperio», y estableció la doctrina de la Heartland: quien dominara Eurasia (es decir, Europa del este, Rusia y Asia central) dominaría el mundo. Sugirió que se permitiera el rearme de Alemania, obstaculizado por el Tratado de Versalles, porque consideraba que Alemania era el único baluarte contra el control de los bolcheviques de la Europa del este y, por ende, de la Heartland. De la misma opinión era Chamberlain, quien coincidía con él en la esperanza de que Alemania apuntara sus armas hacia el este, hacia la URRS. No otra cosa hizo Hitler con las consecuencias que todos conocemos. Todavía en 1943, MacKinder especificó que el territorio de la URSS es equivalente a la Heartland.

En fin, durante y acaba la Guerra Fría, estrategas como James Burnham, Eugene Rostow, Henry Kissinger, Zbigniew Brzezinski, and Paul Wolfowitz, mantendrían similares ambiciones de hegemonía global a las contenidas en el Defense Planning Guidance for 1994-1999, que explícitamente declara que el nuevo objetivo de la estrategia política de USA será la prevención indefinida de la reemergencia de cualquier rival que pueda amenazar a la supremacía americana, en especial Rusia. La caída del bloque soviético ha facilitado esta estrategia. Lo que a mí me aturde es que, para este fin, EEUU haya abandono el sistema de disuasión, en la creencia de que los EEUU es capaz, usando solo una parte de su arsenal nuclear, de destruir suficientes armas nucleares de un oponente en un primer golpe (o en un contraataque) --incluso en el caso de Rusia-- para prevalecer en una confrontación nuclear, y Trump, más previsor, haya cuestionado el Tratado de Reducción de Armas Nucleares (START, por su siglas en ingles) y «va a expandir y fortalecer en gran medida su capacidad nuclear».

Dígame, si las amenazas de Trump de replicar con «una furia y fuego nunca antes vistos» a la bravuconadas de Kim Jong-un no es la traslación de «mucho ruido y furia para no decir nada» de William Faulkner, o es el comienzo del fin.H

* Comentarista político