El título de la de hoy bien podría haber sido también Caperucita y el Lobo. Hubiera encajado perfectamente pues de lo que vamos a hablar, Caperucita encaja a la perfección en esa alegoría del Artículo 43 de nuestra Constitución Española, donde se reconoce el derecho a la protección de la salud, entre otras cosas. Y el lobo también encarna perfectamente a la enfermedad; esa contra la que tantos y tantos científicos, médicos, personal sanitario, familias y enfermos luchan cara a cara. Dicen que en el amor y la guerra todo vale. A veces cuando se lucha contra ciertas enfermedades, donde el lobo puede acabar con la vida de alguien, también casi todo vale, sobre todo lo que son soluciones y tratamientos punteros y eficaces. Todos conocemos el cuento de Caperucita y el Lobo. Y sabemos que el cazador que sacó a la niña del estómago de la fiera lo hizo, al final, con unas tijeras. Y que gracias a la oportuna intervención del cazador y de la pericia del manejo de las tijeras, nuestra querida Caperucita se salvó. Pues bien, hasta aquí todo perfecto. Amancio Ortega, resulta que el hombre ha querido pagar esas tijeras para que los cazadores de lobos y salvadores de caperucitas de nuestra Sanidad Pública puedan terminar la tragedia de muchos enfermos y sus familias en un cuento feliz. Que estará conmigo, querido lector/a, que al final es lo que importa. Pero no. Incomprensiblemente, por ejemplo, en el caso de la donación de Amancio Ortega que ha dotado al Hospital Reina Sofía de Córdoba, la portavoz de Podemos Andalucía en el Parlamento andaluz, Teresa Rodríguez, cargó el miércoles contra Susana Díaz por la situación de la sanidad pública en la comunidad autónoma y cuestionó que se acepten donaciones. A quien ya ha estado o está en las tripas del lobo y a sus familiares; y al personal sanitario que necesita las tijeras, esto es hacer otra donación: al lobo.

* Mediador y coach