Pese a sus rigideces y a sus querencias monolíticas y usos dictatoriales, ni el primer franquismo estuvo a salvo de las paradojas y contradicciones que anidan en el seno de los idearios y políticas más inflexibles. Una de ellas se descubre, retrospectivamente, con gran visibilidad en el tema de estos artículos. En la primera fase de la terrible postguerra, cuando el encono y la insania dejaban algunas de sus huellas más desgarradoras en la persecución del "catalanismo", sus realidades y símbolos, sectores muy influyentes y, a las veces, hasta todopoderosos del nuevo Régimen no escatimaron muestras patentes de su alta estima intelectual y humana de la cultura catalana --incluso de la noucentista...--, de sus obras y personalidades.

A modo de compensación un mucho quizá táctica, gestos y señales de tal postura se prodigaron desde "Madrid" y en la propia geografía catalana a cargo de elementos dirigentes perspicaces y sensibles al papel axial que el Principado debería recobrar en la marcha de la sociedad española por el bien de ésta. En la actual andadura de la historiografía especializada aún estamos lejos --en números extremos, hèlas , muy lejos...-- de haber llegado a la ansiada y urgente meta de conclusiones al menos provisionalmente bien cimentadas; pero el terreno recorrido impide asentir a las gentes de buena voluntad y deseosas de un futuro de mayor verdad en la imagen de nuestro país que la estrategia proyectada por el franquismo en sus estadios graníticos fuese, en su actitud y praxis cara a Catalunya, la de un genocidio cultural a gran escala.

El papel y, hodierno, las tribunas de congresos y simposios todo lo resisten; pero los ámbitos de las sentencias inapelables de Clío --escasas y lentas-- semejan hasta el presente no evidenciarse en exceso propicios a dichas condenas universales, de irreprimible inclinación escatológica y apocalíptica. Lejos de esos foros académicos y mediáticos, un prolífico autor barcelonés --memorialista en el caso mencionado-- de espesa cochura conservadora, mas también de sólido talante liberal --Fernando Díaz-Plaja-- dejó, en uno de sus incontables y siempre fruitivos libros, un testimonio tan vívido y espontáneo como percutiente y documentado del clima de la calle y de las gentes del común de la Barcelona de los primeros "cuarenta". Los acontecimientos, lances y anécdotas recogidos por su desinhibida y atencionada pluma, en la recta final y bien consciente de su laborioso quehacer, pintan un paisaje con muy escasa semejanza a los de razias, progroms y holocaustos artísticos y científicos.

Ciertamente, en la muy rica literatura memoriográfica de la Catalunya del periodo aludido, se encuentran sin esfuerzo igualmente escritos del más variado tenor acerca de la implacable hostilidad de los vencedores y de su acción devastadora en zonas vitales del tejido social y cultural del Principado. Sin embargo, el panorama de éste antes mismo de concluir la segunda conflagración mundial manifestaba que los efectos de aquella persecución tuvieron que ser a fortiori menos excruciantes que lo expresado en los relatos mencionados, ya que, de otro modo y pese a la asombrosa e innegable vitalidad del pueblo catalán, raya en lo increíble el auge de sus instituciones y órganos culturales en 1945 e, incluso en algunos campos, en los años precedentes. Las pruebas ad calcem son muchas. Una perteneciente a un área muy grata al articulista y, con toda certeza, a sus deseados lectores, la de la actividad editorial, lo refraga de manera incontrovertible. Ya a finales de los 40, este vector capital del mundo de la cultura y el pensamiento había recuperado por entero el pulso envidiable y admirable de los decenios anteriores a la tragedia eversiva de la guerra civil. En la raíz del fenómeno se hallaba el retorno académico a su entrañada Barcelona de Jaume Vicens Vives --tras su periplo y semidestierro andaluz y aragonés--, ahora en perfecta onda empática y afectiva con varios de los miembros más salientes de las hornadas intelectuales y políticas menos castellanistas y procatalanistas del Régimen, según se intentará analizar en el próximo y último artículo de una serie periodística generada por la comezón que cualquier ciudadano español comprometido por oficio y voluntad por el porvenir de las generaciones prontas ya a colocarse en la rampa de lanzamiento de su protagonismo histórico.

* Catedrático