Las bolas que aspiran a desbaratar las estructuras que institucional, jurídica y administrativamente articulan la existencia de Cataluña como región y parte sustancial de España, están prestas a rodar sin el carácter de ensayo o prueba de tanteo y de resistencia de los materiales reactivos o coercitivos de los gobiernos legítimamente constituidos en el solar ancestral de la antigua Hispania. Sin poder compararse a los envites de la sublevación de 1640, de la guerra de Sucesión, de la Regencia esparterista o a los de la Segunda República, en los que se impuso por la fuerza de las armas el orden vigente en la España del momento, el desafío independentista en toda regla en que, conforme a una opinión cada vez más generalizada a una y otra orilla del Ebro, está a punto de embarcarse la actual Generalitat y un sector considerable de la sociedad del antiguo Principado, conmueve hondamente una identidad y una conciencia nacionales de carácter plurisecular; al tiempo que presagia --sin ningún dramatismo-- más que un choque de trenes, un desgarro irrestañable en la realidad nacional más vieja de Europa.

Como conocen sus amables lectores, el anciano cronista ha roto en este periódico modestas, pero incesables lanzas en pro de su amada Cataluña en la que nacieran varios de sus hijos --la gravedad de la coyuntura excusa, sin duda, la confidencia--, y a cuya Alma Mater barcelonesa prestara sus menguados mas ilusionados servicios durante un lustro, en un lugar de memoria --«La Torre»-- que, a lo largo de casi un quindecenio, cobijara el despacho laborioso de Jaume Vicens Vives (1910-60), el más grande quizá de sus historiadores del siglo XX, tan pródigos como preclaros en sus añadas novecentistas... Toda suerte de materiales ha sido escasa para ponderar las glorias y excelencias de una sociedad en sitiales de honor y liderazgos en incontables facetas de la existencia española de las dos últimas centurias. Y en la crucial y angustiosa tesitura hodierna vuelve a encastillarse en sus posiciones. Desde los 10 años viene escuchando elogios exultantes del antiguo Principado del lado de los sectores más diversos. En el hermoso pueblo jiennense de sus padres, por parte incluso de los labriegos transformados en obreros fabriles de Barcelona y otras poblaciones de su entorno y retornados estivalmente por unos días al solar de su nascencia, para los que Cataluña cifraba sus mejores ensueños como tierra próvida de riquezas y oportunidades de ascenso social, con un equipo de fútbol que introducía muchas horas de alegría en su dura existencia y con el que ningún otro podía compararse --sobre todo, a partir del fichaje del mítico Ladislao Kubala...--. Para ellos sin discusión ninguna Cataluña sería la lanzadera imparable del proceso de recuperación económica y social del país, situándolo en la senda de los más adelantados de una Europa que comenzaba a concentrar las ansias de un futuro ya iniciado en la región más dinámica y abierta entre todas las españolas.

* Catedrático