Creo que los periodistas han pasado una mala racha en cuanto a su prestigio social, derivada de los programas del corazón que más bien deberían llamarse "programas sin corazón". Los gacetilleros vendieron su alma al diablo y comenzaron a reportar ganancias procedentes de espacios reservados a los tribunales o, lo que es más grave, a la intimidad inviolable y vida cotidiana de las personas. Todos hemos comprobado primero con curiosidad y luego con desaprobación cómo este tipo de informantes, por audiencia y dinero, hacen desgraciadas a muchas familias (quizá todos deberíamos avergonzarnos por haber sido cómplices dada la alta audiencia de estos programas). Pero el periodismo tiene otro rostro, el de verdad, el suyo, que lo hace grande y lo erige en una de las actividades humanas más nobles porque se esfuerza en trasladar datos de interés general y anula muchos problemas al prepararnos para ellos antes de que aparezcan. Ultimamente una periodista se ha llevado la palma de la dignidad y el valor y desde aquí la propongo para el Premio Príncipe de Asturias a la Comunicación porque se lo merece con creces: no es otra que Almudena Ariza, reportera en Asia, la cual nos informó en tiempo y espacio real del desastre de la central nuclear de Fukusima a escasos metros de ella a sabiendas de cuan peligrosísima y partidaria de la muerte era dicha cercanía dada la alta radioactividad. Y allí sigue esta intrépida reportera demostrando que el amor por la profesión supera el riesgo de morir por la misma. ¿Qué más se puede decir...?

* Abogado