Tengo un chat de WhatsApp de amigos catalanes (¡qué invento más endemoniado!) del que ya he hablado antes y que cada día me sirve para ratificarme en que vivo donde quiero, trabajo en lo que me gusta, hablo el idioma que amo y no tengo más restricción a mi libre albedrío que la que me impone el respeto a donde termina la libertad de los que me rodean. No tengo ni vivo agobiada con imposiciones de lengua, de educación para con mis hijos, ni de momento me imponen por dónde tengo que andar, o en qué sentido debo hacerlo.

Aborrezco el adoctrinamiento, el borreguismo, la imposición, el que te obliguen a comportarte de un modo determinado, a que tus gustos no puedas expresarlos si van contra lo catalogado como correcto, a hablar de un modo y no de otro y a todas esas reglas de carácter claramente inquisitivo que solo unas políticas de extrema (la que sea) son capaces de imponer, convirtiéndose los que las dictan en dueños del rebaño que los siguen y en perseguidos y apestados los que se rebelan ante ello.

El problema radica cuando ciertos partidos que practican claramente el adoctrinamiento de las masas llegan al poder y entonces los ciudadanos que no comparten tales imposiciones, que aborrecen tales dictaduras, ya sean de derechas o de izquierdas, se ven sometidos a imposiciones tan absurdas y ridículas como salir a hacer las compras del Black Friday (ese invento que ha hecho a un señor el más rico del mundo) andando solo por unas determinadas calles y además caminando solo en un determinado sentido de la marcha. Esto y las marchas militares y perversiones de Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte, están cortadas por la misma tijera.

¿Es que ahora nos van a decir cómo tenemos que andar por la vía pública?... Y la pregunta que me hago, porque créanme que me dieron ganas de coger un AVE y plantarme en la calle Preciados y andar a la contra es... ¿Y si alguien se opone?, ¿se atrevería la policía local de Madrid a multar o a detener al «apestado opositor»? Lo peor de todo es que han pasado ya días y no he visto en la prensa que nadie se haya atrevido a denunciar semejante majadería, a negarse a hacerlo y a hablar de auténtica represión municipal. ¿ Lo próximo será vestir a todos con uniforme gris? Quizás.

* Abogada