La progresión de la tecnología digital en las más diversas actividades es imparable. Uno de los ámbitos en que los usos avanzan a gran velocidad es en los sistemas de pago. Una de las primeras cuestiones que aparecen en favor de ampliar el máximo los métodos de pago digital es la convicción de que ayudará a combatir el fraude fiscal. Un segundo ámbito en que la tecnología va a ampliar su influencia es precisamente en el uso de dinero de bolsillo. Ahí es donde hay que estimular el desarrollo de mecanismos que hagan que ese tipo de transacciones no solo sean cómodas, sino lo menos onerosas posible, especialmente para comerciantes y consumidores. Las tasas bancarias y las que pueden aplicar otros operadores responden al libre mercado, y por eso hay que evitar que este sea un mercado cautivo, como ocurre en algunos sectores casi monopolísticos. No es ningún secreto, por ejemplo, que la banca está poniendo el acento en el cobro de comisiones para suplir la reducción de beneficios que logran a través del cobro de intereses por el crédito. Una última alerta sobre algo que siempre debemos tener presente. A más transacciones digitales, menor será nuestra privacidad. Nuestra huella digital quedará incluso en nuestra actividad más nimia. Es tiempo pues de tener presente cómo evitar que el Gran Hermano --el Estado o grandes corporaciones-- lo controle absolutamente todo.