Me hubiese gustado dedicarles estas líneas al encuentro de Cosmopoética que nos convoca como años anteriores a la llegada del otoño, para alimentarnos el alma y acurrucarnos el corazón. Pero me sentiría como aquéllos músicos del Titanic, tocando sus minuetos mientras se hundía el barco y se ahogaba el pasaje. Vivimos unos días llenos de consternación y abatimiento por la deriva absurda a la que nos han llevado algunos mancillando el nombre de las libertades, de tribulación por el escarnio de todas las leyes, de confusión ante las incertidumbres que se ciernen sobre nuestra convivencia, que resulta mucho más frágil de lo que nos habíamos imaginado. No es tanto un problema de banderas, sino de rencores y mentiras, de traiciones y deslealtades.

A la hora de escribir estas líneas, a la velocidad que va todo, desconozco si cuando ustedes las lean, se habrá declarado ya unilateralmente la independencia de Cataluña por su gobierno como nos vienen anunciando, si ya estará suspendida dicha autonomía por el Estado, si estarán a recaudo de la justicia los muchos delincuentes que estos días han actuado y campado a sus anchas, si alguien dimite por algo ante tanto desatino, y si algunos habrán conseguido terminar con esta realidad que llevamos cinco siglos compartiendo. Lo que si se al día de hoy, además de todas las mentiras y pos verdades puestas de manifiesto estas jornadas, de todos los odios encendidos y acumulados, de ese mal atávico que nos sigue corroyendo hasta en la época de mayor desarrollo de nuestra historia, es que todos hemos perdido y todos tenemos menos fe ante los serios problemas de actitud y aptitud de nuestros dirigentes, todos incluidos, que han alimentado de ínfulas al niño engreído que ahora nos maltrata. No tienen actitud, porque ninguno tiene voluntad de escuchar, de colaboración o cooperación con el otro más allá de sus estrictos intereses partidistas en unos casos, o de mera supervivencia en otros. Ahí está el bochornoso espectáculo de los responsables políticos, cada uno a lo suyo como buitres carroñeros, unos llevados por el populismo desintegrador y otros por el tacticismo partidista y miope. El fuego amigo que busca tajada. Nihil novum sub solem. Y un problema serio de aptitud que les acompaña, cuando las decisiones son tardías, imprudentes o desmedidas, lo que no resulta extraño si hemos puesto de administradores de nuestros bienes y futuro, a los amigos más serviles, a los defenestrados de otras responsabilidades. Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, y desde luego más que todos estos acomplejados. El Jefe del Estado intervino con sensatez y firmeza, hasta Alfonso Guerra o Josep Piqué realizan manifestaciones de alto valor por su clarividencia pero que nadie escucha. Son días tristes; me siento como si estuviese esperando y deseando algo que, a la vista de la actitud y aptitud del personal, no va a suceder.

* Abogado