La «campaña de acoso» de Podemos contra algunos periodistas, denunciada por la Asociación de la Prensa madrileña, me suscita alguna que otra reflexión. Pablo Iglesias, como vicepresidente del Gobierno, deseaba controlar la tele pública. Me acordé de la TV pública de la Alemania «democrática», la del Muro. Aquel Gobierno controlaba a los funcionarios-periodistas que la gestionaban. Incluso controlaba las antenas de los tejados ya que algunos ciudadanos las enfocaban hacia la televisión pública de la Alemania Federal para enterarse de la realidad. Recuerdo la idea que tenía Carrero Blanco sobre los periodistas. Deben ser como los funcionarios de telégrafos. Se les da un texto y tienen que trasmitirlo sin añadir nada. Podemos no quiere que se indague ni se pongan en duda sus comunicaciones. Prohibida la tarea esencial del periodista que debe analizar el por qué de los comunicados del departamento de propaganda del partido. En 1998, cité en uno de mis libros, al periodista Alfonso Albalá. Decía casi veinte años antes, «todo cuanto en un periódico, o en cualquier otro medio de difusión no busca satisfacer el interés social común, no es periodismo. Puede ser, como es la publicidad, comunicación, pero no información periodística». Es lo que le ocurre a los comunicados de los partidos políticos, incluido Podemos. Acosan entonces al que intenta hacer periodismo: averiguar, contrastar, analizar el «telegrama». José Jiménez Lozano se adelantó en 1993 a lo que hoy es habitual: «Ahora el periodista es un comunicador (...) y cuanto menos trastienda crítica posea mejor».

* Periodista