Córdoba, ciudad caduca de mentes políticas; asilo de munícipes figurinistas durante décadas. Grandes frases que ni ellos comprenden. Promesas circunstanciales para quedar bien. Pero no tienen idea de nada. Principalmente de cómo vive la ciudad. Se les llena la boca de accesibilidad y no saben lo que dicen. La ciudad es un caos. Los veladores son la causa de un gran malestar ciudadano y si a ello añadimos el factor desestabilizador de Pedro García, por su incompetencia; la falta de decisión de Isabel Ambrosio, por su desconocimiento; la inestabilidad del ¿gobierno? municipal y los intereses de los hosteleros, pues...

Una de las zonas más problemáticas es la calle Antonio Maura, acera frente a los jardines Juan Carlos I, famosa por la ubicación de unos populares mesones y algún kebab, que campean a sus anchas. Los camareros no tienen pudor para mirar a los lados del pequeño trozo de acera que queda para los transeúntes; es también suyo. El martes, dando un paseo con mi esposa por Antonio Maura, sucedieron, a escasos metros y tiempo, dos sucesos. Un camarero atolondrado estaba hablando con la cabeza vuelta hacia un lado y andando hacia el contrario. De repente atropelló a mi esposa y a continuación se echó sobre mí. Pidió excusas el pobre hombre. Pase la mala hora. A escasos metros, en un kebab, un matrimonio mayor discutía con un grupo de jóvenes. Unos, sentados alrededor de un velador; otros, hablando con ellos pero de pie, ocupando el pequeño trozo de acerado que el Ayuntamiento cordobés ha dejado a los contribuyentes. Estos jóvenes increpaban al matrimonio para que pasara por la otra acera y no molestaran. El hombre, indignado, reclamaba su derecho. Lo apoyé en sus argumentos y pudimos pasar. Crispación e inaccesibilidad. Por mucho que los políticos hablen de ello, esta ciudad es un caos. La acera es una cuestión de negocio y dinero. Pero si los empresarios quieren rentabilidad, que busquen otras alternativas. No es ético el chantaje de que si no ponen mesas no hay puestos de trabajo. Una ciudad es civilización y no ocio tabernario.

¡Ah! y que no pase un ciclista a toda velocidad o un amante de los animales con tres o cuatro perros, o el fumador que ocupa un lugar en la fachada del bar. Pobre Ciudad Jardín. Con una población envejecida, con ancianos empujando el carrito de la compra que no pueden pasar por el pequeño trozo de acera que han dejado a los que han contribuido a pagarla y de los que los políticos inmorales solo se acuerdan en las elecciones, viviendo a su costa. Y, por supuesto, que a ningún padre o madre de mellizos recién nacidos se les ocurra pasearlos en carritos. No pasarán. Accesibilidad: ni nuestros eminentes munícipes saben lo que significa. Qué más da. A ellos no les afecta.

Emilio Zamora Enríquez

Córdoba