Los abuelos son el mayor tesoro de la familia, los fundadores de un legado de amor, los mejores contadores de historias, los guardianes de las tradiciones que perduran en el recuerdo. Los abuelos son las bases solidas de la familia, su amor muy especial los diferencia. Efectivamente, los abuelos, siempre, pero hoy más que nunca son, o deben ser considerados como los grandes depositarios de recuerdos que no deben quedar perdidos en el olvido por lo que conllevan de sabiduría y experiencia. Abuela --suelen decirme mis nietos--, cuéntanos cosas de cuando tú eras niña. Y les cuento --y les encanta-- cómo eran mis juegos, cómo mis amigas, qué hacíamos, etc. Y, aunque pueda parecer extraño, suelen exclamar: ¡que guay, abuela, poder jugar y correr en la calle! ¡Y qué chulería el juego del esconder, la peste, la palmada, etc.! Pero las razones por las que los abuelos deben ser considerados como un gran tesoro radica, ante todo, en la verdad que cita el autor de la frase: son la base sólida de la familia, familia hoy tan cuestionada y que sobrevivirá porque en ella se condensan valores como el respeto, tolerancia, complicidad, amor, etc. de la pareja, valores que, no obstante, a veces, dificultades que parecen insalvables, pueden obstaculizar su necesaria transmisión a los hijos, pero ahí están ellos, los abuelos, equilibrando, supliendo e incluso intuyendo e impidiendo con total generosidad, la posible ruptura de parejas. Me decía una abuela, de salud muy deteriorada: Tengo muchos dolores y me faltan las fuerzas, pero los sábados por la noche le digo a mi hija que me deje los tres niños y salga con su marido. Usted me entiende, usted sabe... Y, ¡claro que sé! Los abuelos no reparan en sacrificio alguno, cuando se trata de colaborar en la unión y bienestar de sus hijos y nietos. Por eso, jamás deben ser una carga sino un bien que agradecer y cuidar en extremo.

* Maestra y escritora