Conocí a Miguel Angel Díaz Yubero en las Jornadas Técnicas de 1998, en las que intervino junto con otros representantes de industrias lácteas españolas. Venía como director general de la entonces famosa Leche Pascual. Fueron unas jornadas especialmente brillantes, en cuya sesión de clausura Tomás Aránguez, presidente a la sazón, anunció la próxima construcción de una nueva industria láctea Covap. Después no volví a verlo hasta la primavera de 1999, ya nombrado director de la cooperativa, en una reunión con miembros del Consejo Rector -especie de comité de bienvenida-, de la que formaba parte, entre otros, el recordado Jesús Vera. Se pretendía un mutuo conocimiento, sondear la profundidad de fondo de cada parte y deslindar competencias. Me dejó la impresión de ser observador atento, que tanteaba un terreno desconocido, que valoraba la sencillez de estructura de Covap y pensé prematuramente que sus objetivos habrían de ser más que nada comerciales; más mercado, más apertura. El futuro ha mostrado que tal impresión, aunque no del todo errónea, era solo parcial y estrecha. Durante los cinco años siguientes tuve ocasión de observar de cerca su facilidad de adaptación al nuevo cargo que le entusiasmó desde el principio y para el que ha mostrado aptitud en su desempeño y notoria actitud positiva y perseverante. Por entonces la Cooperativa se disponía llevar a cabo el ambicioso despegue industrial y comercial de los últimos años. En ese momento llegó Miguel Angel a Covap. Y en los siguientes doce, ha llevado sobre sus hombros el ingente esfuerzo de construcción de cinco nuevos centros de producción, organizar su funcionamiento, a la vez que coordinar la compleja dirección de una Covap en constante crecimiento. Una tarea para la que no todos están capacitados, ni los que lo están saben hacerlo. ¿Cómo lo consiguió? Se rodeó de un eficiente equipo directivo y acometió la gran empresa que otro cualquiera habría considerado temeridad. La excelencia de los puestos intermedios es siempre garantía de éxito.

Desde entonces, quedan en la memoria hechos y dichos suficientes que permiten dibujar con trazos impresionistas un boceto de la personalidad humana que ha cruzado por ante nosotros. Animoso, discreto, laborioso, constantemente eludiendo las "polillas del precioso tiempo", irónico, con una ética personal de sobriedad y autocontrol casi calvinista. Maestro en el arte de proteger su intimidad y sus silencios con inesperados, y a veces despiadados, sarcasmos, no hirientes, pero desorientadores para el interlocutor desprevenido. De argumentario razonable, discurso madurado, profesoral, recitado con voz sonora y pausada dicción. Muchas veces aliñado con la mostaza de algún adorno filosófico o de hondura intelectual. De ideología política inconformista de tinte socialdemócrata, que deja traslucir, a poco que se profundice, el evidente fondo de liberalismo que corresponde a la sana burguesía madrileña de la que procede. Culto y cultivado, amigo del buen gusto, contrario a la vulgaridad, a lo ordinario, "al vulgo municipal y espeso" (Rubén Darío dixit ), devoto de la obra bien hecha, de la limpieza y del orden. Cortés de cortesía llana, desenfadada, que permite controlar situaciones delicadas o presencias indeseadas. Una personalidad atrayente, poliédrica, dotada con la misteriosa fuerza de la superioridad, a la vez que capaz de tejer invisibles lazos de amistad y confianza. En 1999 le supuso un privilegio trabajar para la Cooperativa. Doce años después interpreto el sentir de sus muchos amigos reconociendo con justicia que también para la Cooperativa ha sido un privilegio contarle entre sus dirigentes. Y desearle de corazón que, sea cual sea el lugar que le destine la rueda de la vida, pueda seguir dando ejemplo de sutileza, capacidad y cordura.

*Ex secretario de Covap