Mi madre era lo único en mi vida hasta que se murió con cincuenta y cuatro años, cuando yo empezaba a saber algo del mundo. Luego, los amigos consiguieron que la soledad tomara rumbos diferentes, como, por ejemplo, dormir en sus casas esperando a que se casaran. Cuando yo era muy chico, la pandilla de mi hermana -algo mayores-, no me aceptaba del todo, pero yo, que necesitaba de su beneplácito, me acurrucaba entre sus piernas tapando mi cara con su ropa. En aquellos tiempos, cuando todavía no existía el 8 de marzo, íbamos a las casas de los amigos a comer lo que sus madres nos habían preparado. Las madres, seguramente, eran más benignas. Y los padres, más cenizos. Pero eran la representación de lo que existía. Ahora, el 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, ese momento en el que no sabes si debes pensar por tu cuenta porque si no aciertas con lo políticamente correcto apañado vas. El Día Internacional de la Mujer es ese momento de la historia en el que señalas que igualdad es el único sentido de la vida y en el que aprecias que el tiempo, sin más ambages, es considerar al de tu lado el ser humano por excelencia. Luego me vine a estudiar a Córdoba. Y mi padre y mi madre quedaron conmigo un día para comer con ellos en un bar cercano a mi vida de fuera de ellos. Cuando mi padre sacó una navaja preparada para cortar el pan, yo me avergoncé, pero ellos siguieron luchando con la vida, como si su pobreza supusiera una actitud más que necesaria que sumar a la existencia, aunque fuera solo por sobrevivir. Luego conocí a mi suegra y a Felisa, que cada año traía a Villaralto a Paco, Florencio y Carmen, que me recordaron cuando de chicos jugábamos en las camas de su casa del pueblo mientra tocaban las campanas de la torre. Ahora que estamos en marzo hay un momento en el que se habla, sobre todo, de la huelga de la mujer. El momento en el que toda la sociedad debiera considerar que la mujer es la personificación de la igualdad, sobre todo en esos momentos en que su ausencia nos conduce a espacios en los que la realidad no es la mejor opción. La vida es una historia de mujeres y hombres como protagonistas cuyo guión, a veces, no le ha dado a los actores el mismo papel, el de la igualdad.